Europa mira al modelo nórdico
El sistema sueco, capaz de conciliar altas prestaciones sociales y crecimiento económico, constituye una alternativa ante la crisis europea
El estancamiento de las principales economías de la zona euro -Francia y Alemania- y la crisis política que vive la Unión Europea tras el rechazo franco-holandés a la Constitución europea han llevado a muchos comentaristas a volver sus ojos hacia el modelo social de los países nórdicos, capaces de compatibilizar crecimiento, globalización y protección social, con la esperanza de hallar una alternativa. Pero, ¿es realmente exportable al resto de Europa el estado de bienestar escandinavo? Varios políticos y empresarios suecos y daneses consultados por EL PAÍS creen que sí, al menos en parte.
"Suecia es el único país donde se pueden ganar las elecciones prometiendo subir los impuestos", dice Lars Danielsson, secretario de Estado y consejero político del primer ministro socialdemócrata, Göran Persson. No le falta razón. Los socialdemócratas han dominado desde los años treinta del siglo pasado la vida política sueca y el nivel de impuestos es escalofriante comparado con el de otros países europeos. El impuesto sobre la renta -el tramo municipal es mayor que el estatal- oscila entre el 53% y 58% para la mayoría de los empleados y el IVA alcanza el 25%.
"Privatizar con justicia social puede ser copiado por otros países", dice un diputado liberal
Ahora bien, los beneficios a cambio de ese esfuerzo son también inimaginables en otras latitudes. La educación, desde la infantil hasta la universitaria, es gratuita, como también lo es la asistencia sanitaria, desde la prescripción de anticonceptivos al cuidado dental de niños y jóvenes menores de 20 años. Además, entre otros ejemplos, el permiso de maternidad se extiende durante un año conservando el progenitor el 80% de sus ingresos.
El éxito del sistema, que se mide también por unas tasas de crecimiento económico superiores a los de la eurozona -2,8% previsto este año en Suecia y 2,4% en Dinamarca- ha forjado en la sociedad sueca "una base igualitaria muy profunda", según explica Mauricio Rojas, diputado del Partido Liberal. "Ningún partido puede ir contra ella", añade.
"Los conservadores ya han anunciado que gobernarán con los sindicatos, no en su contra". Rojas precisa que el "viejo" modelo sueco de los años setenta, el de la expansión del sector público, ya ha dejado de existir porque era insostenible. "La crisis de comienzos de los años noventa acabó con aquel sistema. El monopolio público quebró y se inició una campaña de privatizaciones -en el sector de la energía, comunicaciones, automóvil, enseñanza, etcétera- como no han conocido otros muchos países europeos. Y esta manera de privatizar con justicia social sí puede ser copiada por los extranjeros".
Charlotte Nyberg, directora de Política Internacional y Europea de la Confederación de la Empresa Sueca, no tiene dudas sobre las ventajas del modelo. "Como mujer puedo decir que el destino del dinero de los impuestos ha sido muy positivo porque gracias a la red de asistencia infantil puedo afrontar el trabajar a jornada completa. El sistema mantiene un buen equilibrio entre familia y trabajo, entre seguridad y toma de riesgos". Gracias a ese sistema, Suecia es uno de los pocos países europeos donde hay tantas mujeres como hombres en el mercado laboral.
El secretario general del Partido de la Izquierda (ex comunista), Lars Ohly, ve difícil que pueda transplantarse un modelo de un país a otro pero, no obstante, sí considera que "la liberación de las mujeres de la servidumbre del hogar y del cuidado de los hijos, su integración en el mercado de trabajo y el avanzar en la igualdad de los sexos" puede y debe ser imitado por otros países europeos.
Sin embargo, el modelo tiene también sus puntos flacos. Charlotte Nyberg señala como uno de los más acuciantes la falta de creación de nuevos empleos en Suecia. De acuerdo con los datos de la Confederación de la Empresa Sueca, en el año 1987 la industria sueca creó 750.000 empleos en su país y 450.000 en el extranjero. En el año 2002, en cambio, las cifras fueron 520.000 para Suecia y 960.000 fuera de sus fronteras. Nyberg achaca esto a los altos costes labores de su país. "La diferencia entre los salarios de Suecia y los países bálticos", afirma, "es más grande ahora que entre Suecia y Portugal cuando este país entró en la Unión Europea en 1986".
La falta de creación de nuevos empleos también afecta a la inmigración, añade Mauricio Rojas. "Actualmente existe el mismo número de empleos que en el año 1980, 4,2 millones. Y ahora hay 550.000 personas más en edad de trabajar. Por cada puesto de trabajo hay 16 solicitantes y está claro quiénes pierden en esa pelea. La falta de empleos genera exclusión". Son las sombras de un modelo que de momento es el único que arroja algo de luz en las horas más oscuras de la Unión Europea.
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