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AL VOLANTE | PRUEBA
Columna
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Mínimo esfuerzo

Al contrario que otros modelos nuevos, casi todos muy parecidos, el 1007 estrena soluciones originales que despiertan la curiosidad del probador. Destacan las puertas correderas, que al principio provocan escepticismo, pero después, según se usan, convencen por su comodidad y practicidad. Sorprende que, a pesar de sus detalles innovadores, todo funciona bien, con un tacto sólido que refleja una calidad de fabricación notable.

Cómodo en ciudad y siempre sólido

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Un ciudadano muy cómodo y sofisticado

El 1007 no tiene el tacto impreciso y poco consistente de muchos utilitarios y aporta una insonorización bien resuelta y una calidad de rodadura que transmite robustez. Pero lo importante es que estas impresiones se confirman en carretera, sobre todo en pisos deteriorados, porque absorbe todo sin rechistar, como los coches grandes.

A pesar de su altura, es ágil y manejable en carreteras viradas. Obedece con exactitud a la dirección en las curvas, acusa poco los balanceos laterales y es muy fácil de conducir. Y como muestra también un aplomo sobresaliente en trazados rápidos permite viajar a buen ritmo con seguridad y confort. Además incluye de serie un equipo de seguridad completísimo, con siete airbags, ABS y un ESP que ayuda al conductor y es una garantía en caso de apuro.

Este buen funcionamiento dinámico y mecánico, unido a su sentido práctico, convierte al 1007 en el utilitario de cuatro plazas mejor resuelto para circular en ciudad.

Un motor 1.4 algo justo

La versión básica monta un motor 1.4 de gasolina con 75 CV algo justo para viajar, pero correcto para el tráfico urbano. Incluye un cambio automático secuencial 2 Tronic como el Sensodrive de los Citroën C2 y C3; una caja manual robotizada sin pedal de embrague que puede funcionar como manual o automático, pero sin los inconvenientes de los últimos en sonoridad al acelerar, pérdida de prestaciones y aumento del consumo. Con el programa automático, basta pulsar una tecla para que cambie solo, incluso al reducir. Y el uso manual se realiza con un toque en la palanca o pulsando dos levas detrás del volante.

Tiene un tacto muy suave y facilita la conducción, pero lleva unas marchas demasiado largas que, junto a la potencia justa del motor, penalizan el brío y las prestaciones. En ciudad no hay problema porque circula con soltura, no es perezoso en las marchas cortas y acelera con suficiente nervio. Pero en carretera tarda más en reducir cuando se pisa el acelerador a fondo para bajar de marcha (cuando se va en automático), y, sobre todo, es perezoso al adelantar y en las recuperaciones, lo que obliga a reducir con decisión si se quiere circular con un poco de alegría.

Por lo demás, el consumo es correcto a ritmos suaves: gasta unos ocho litros. Pero sube a nueve en ciudad y puede rozar los 10 en conducción alegre en carretera porque obliga a acelerar casi a fondo para viajar a ritmos alegres.

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