Flores y Wichita
La cabecera de artículo, quizás un tanto abrupta, corresponde a la unión de las palabras clave que definen dos exposiciones muy distintas vistas estos días en Bilbao. La primera de ellas está en La Taberna de los Mundos. Como hace tiempo vengo diciendo, es la única sala estable de fotografía que existe en el botxo del Nervión, con la virtud de sacar a la luz autores noveles e insistir en otros que no lo son tanto.
En este caso se trata de Karen Amaya (1965). Nacida en Alemania, esta sensible getxotarra tiene desde hace años la fotografía como herramienta para expresar sus emociones más recónditas. Así lo pone de manifiesto en Fotos en flor, exposición donde aparece la belleza inmensurable de las flores silvestres. Estas imágenes son resultado de varios años dedicados a observar estas verdaderas joyas de la naturaleza. Para realzar la grandiosidad de colores y formas diminutas ha recurrido a la macrofotografía, una técnica arriesgada que la fotógrafa resuelve con certeza. Curiosamente, las tomas se han realizado en estudio. Han llegado en baldecillos de agua y tierra preparados para no perder toda su fragancia y frescura. Así, aisladas de su entorno natural, su hermosura destaca sobremanera. Se dejan llevar a soporte de papel para no marchitar con el paso del tiempo. Conceden a la mirada la oportunidad de escudriñar con detenimiento todos sus matices y se prestan graciosas a decorar los más exigentes rincones. Mucho se puede extraer del trabajo de esta recolectora de imágenes, lo considera un aprender a descubrir lo pequeño, un detenerse al borde del camino y dejarse cautivar por la belleza y los significados de quienes no consiguen sobrepasar el ras del suelo.
La otra exposición está en la Sala Marzana. Son trece fotografías en blanco y negro, en un formato de 30 por 40, muy utilizado por los fotoperiodistas para enseñar sus trabajos fuera de la redacción del periódico. Su autor es David Hornback (Los Ángeles, 1962). Instalado actualmente en Bilbao colabora con distintas agencias y revistas a modo de fotógrafo independiente. Las imágenes que ahora podemos ver pueden considerarse sus primeros pasos con la cámara. Las realizó entre los 16 y 18 años, antes de acudir a la universidad para especializarse en fotoperiodismo. Sobresalen por la ternura en que trata su entorno familiar cuando residía en Wichita (Kansas, EEUU). Los protagonistas son sus padres y sus seis hermanos, captados en distintas circunstancias repletas de naturalidad, con la ingenuidad de alguien que comienza a tomar imágenes. El conjunto describe el ambiente rural donde crece el autor donde el sello religioso lo pone el padre en el momento de bendecir la cena..
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