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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Petición científica

Las academias de ciencias de los países del G-8 han pedido conjuntamente a sus líderes, que se reunirán el mes próximo en Escocia, que tomen medidas sobre el cambio climático. Se trata de una posición común de enorme valor simbólico, por cuanto la asumen prestigiosas instituciones científicas de naciones cuyos Gobiernos mantienen posturas muy distintas respecto del Protocolo de Kioto. La declaración ha sido suscrita, además, por las academias de China, India y Brasil, países de notable potencial industrial.

El contenido no supone ninguna novedad en lo que respecta a la relación entre actividad humana y aumento global de la temperatura y los posibles efectos perturbadores sobre el clima. Es indudable que el uso masivo de combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas natural, especialmente en la industria y el transporte, está aumentando la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y otros gases de efecto invernadero. Ese aumento está en la raíz de la elevación de temperaturas registrada en las últimas décadas, pero es difícil todavía saber, dada la complejidad de las interacciones entre la atmósfera y la superficie terrestre, cuál será la naturaleza de sus efectos sobre el equilibrio climático y, en última instancia, sobre las sociedades humanas.

El Protocolo de Kioto fue una primera respuesta concertada que, con limitaciones evidentes, supuso un verdadero punto de inflexión en el tratamiento de un problema global. Pero no lo firmó Estados Unidos, el mayor emisor de gases de efecto invernadero, y se da el caso de que, aun cuando todos los países signatarios cumplan en 2012 sus compromisos de reducción de emisiones, éstas se verán ampliamente sobrepasadas por el aumento de emisiones en territorio norteamericano en el periodo al que afecta el protocolo. Los grandes países que no pertenecen al mundo de los más industrializados, pero que cuentan con enormes poblaciones y un ritmo elevado de desarrollo -China, India o Brasil-, no están obligados por Kioto, pero tendrán necesariamente que serlo en los acuerdos subsiguientes. Las emisiones de China en particular igualarán muy probablemente a las de EE UU a mediados de la próxima década.

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Los mecanismos para lograr reducciones efectivas a corto plazo implican necesariamente incidir sobre el mercado energético, con cuotas de emisión por países o sectores, sanciones en caso de sobrepasarlas, tasas sobre emisiones de carbono y otras, que han empezado a ser exploradas en los acuerdos de Kioto, y deben ser moduladas de acuerdo con las nuevas evidencias científicas. A largo plazo resulta imprescindible un cambio generalizado de mentalidad y de hábitos en el uso de la energía, así como un esfuerzo decidido en el desarrollo y la promoción de energías alternativas a los combustibles fósiles.

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