Contra el antisemitismo
Representantes de los 35 países miembros de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) y de más de un centenar de ONG se reunieron la pasada semana en Córdoba, símbolo de convivencia entre culturas, para estudiar cómo combatir el "antisemitismo y otras formas de intolerancia", como rezaba el lema del encuentro. El antisemitismo es probablemente la forma de intolerancia con más continuidad histórica y más arraigada en el mundo, además de ser la que generó las condiciones para que el nacionalsocialismo hitleriano perpetrara el mayor crimen jamás habido, el Holocausto o Shoa, el genocidio en el que fueron asesinados seis millones de judíos, simbolizado por uno de sus principales escenarios, Auschwitz.
En el antisemitismo confluyen todas las múltiples facetas de la intolerancia, desde el menosprecio y el prejuicio al crimen masivo y sistemático. De ahí que la lucha permanente contra cualquier manifestación antisemita es mucha más que una obligación de todas las sociedades civilizadas. Es también el arma más efectiva para combatir de raíz todo tipo de intolerancia y, por tanto, para la defensa de la democracia, del respeto al individuo y la libertad.
Sesenta años después de la liberación de los campos de exterminio nazis, hay indicios alarmantes de que el fenómeno vuelve a gozar de buena coyuntura. Las profanaciones de cementerios, agresiones físicas y sobre todo la proliferación de los ataques a "los judíos" en medios de comunicación, en Internet o en manifestaciones políticas han aumentado gravemente en Europa, un continente con especial responsabilidad, y se producen cada vez con mayor fuerza en muchos países de Asia y África. El Holocausto lo perpetró la Alemania nazi, pero muchos otros Estados colaboraron activa o pasivamente. En Córdoba se destacó el deber de la prensa de cuidar que la muy legítima crítica al Gobierno israelí no pase a ser pretexto o cobertura para manifestaciones antisemitas. El ministro español de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, pidió medidas concretas para combatir este fenómeno. España, por su aislamiento durante el franquismo, tiene todavía camino por andar en la labor de concienciación y educación, sobre todo en las escuelas.
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