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Reportaje:LOS PROBLEMAS DE LA SEQUÍA

Grietas al pie de los Pirineos

La provincia de Huesca sufre una dura sequía que ha reducido el embalse que abastece la capital al 13% de su capacidad

Andrea Rizzi

Grietas. Fisuras. La tierra alrededor de Huesca, en algunos puntos, se fractura, se arruga como la piel de una cara preocupada, angustiada por una sequía que ha dejado al Vadiello, el embalse que abastece la ciudad aragonesa, al 13% de sus 16 hectómetros cúbicos de capacidad, lo que equivale a unos 90 días de agua para consumo humano. Los árboles, en esos puntos, parecen grandes clavos secos que, al penetrar la superficie, la fracturan. Hojas y frutos son sólo recuerdos. Y los Pirineos y las estaciones de esquí, algo repentinamente muy lejano.

Esas imágenes, que se repiten al desplazarse en la provincia -de 15.000 kilómetros cuadrados (el doble de la Comunidad de Madrid)-, se alternan con el amarillo triste de los cultivos raquíticos y el marrón de la tierra arada, que evidentemente no tiene nada de la intensidad oscura que es sinónimo de fertilidad.

Los agricultores reciben de media un 40% de lo establecido para regar sus campos
Quedan tres meses de agua, pero en 30 días Huesca tendrá otra fuente de abastecimiento

Tras un invierno frío y seco (entre un 20 y un 55% menos de nevadas que en 2004 según las zonas), y una primavera excepcionalmente árida, la primera medida de las autoridades locales para garantizar el consumo humano fue recortar el agua para los agricultores. Mientras, en Huesca capital, se prohibía llenar las piscinas y en una treintena de pueblos de la Ribagorza, una comarca montañosa al este de la provincia, son los bomberos los que llevan el agua cada dos días, desde la mitad de marzo.

"Yo no recuerdo una sequía parecida", dice Emilio Alquezar, agricultor de 56 años del pueblo de Laluenga, a unos 30 kilómetros de la capital. "Los más ancianos dicen que en 1949 hubo una muy dura". En su comarca, los agricultores reciben el 40% del agua establecida en la convención de la comunidad de regantes. En otras, reciben incluso menos. "Espero poder cubrir los gastos", dice Emilio, que tiene unas siete hectáreas sembradas de maíz. De ganar, este año, ni hablar. "Ya somos una especie en vía de extinción. Golpes como éste no hacen sino empeorar todo". Las asociaciones del sector agrícola calculan que, hasta ahora, en España se han perdido alrededor de 2.000 millones de euros.

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"El año pasado el agua sobraba, hubo que abrir las compuertas de las presas", sigue Emilio. "Esa agua que tiramos se podría haber guardado teniendo más embalses. Y ahora, nada". En esas fechas, en 2004, el embalse de Vadiello estaba al 88% de su capacidad. El de Mediano, otro de la zona que da agua a los agricultores, al 92%. Ahora, al 25%. "La verdad es que hasta que llega el problema, nadie se preocupa. Aquí no se hace nada desde hace 30 años. Y cuando hace unos meses quitaron las estatuas de Franco, hubo gente en la zona que dijo que si las llevaran por aquí, un sitio para ellas se encontraría", comenta el agricultor, recordando la manía del dictador de construir pantanos.

"Además, mientras no se hace nada, la superficie de regadío crece continuamente", añade el agricultor. En los últimos 10 años, según un estudio del Instituto Geográfico Nacional, se han creado en España unas 350.000 hectáreas de regadío: una superficie superior a la provincia de Álava.

Sin embargo el problema es que no sólo crece la superficie, sino que también el tipo de cultivos elegidos parece a veces irracional. En la zona de Huesca, además de maíz, cebada y alfalfa, se cultiva arroz, que necesita grandes cantidades de agua. Naturalmente la irracionalidad es sólo desde el punto de vista del consumo de agua, ya que desde el económico se trata de una opción rentable: los subsidios europeos para una hectárea sembrada de arroz son un 30% superior a una de maíz.

Estos elementos representan una clave de lectura fundamental, ya que la agricultura supone un 75% del gasto total de agua en España y que, según escribió hace dos semanas en este diario la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, "el 80% de los regadíos utilizan más agua de la necesaria".

En la comarca de Laluenga, "ya la mayor parte de los agricultores han renovado los sistemas de riego", cuenta Emilio. "Ahora hay un sistema centralizado, gestionado por un ordenador, que regula la distribución del agua a las parcelas. Yo también tengo uno para la gestión d emi parcela". Pero, a pesar de los avances, sigue habiendo tierras regadas por encharcamiento, el método que gasta más.

Chesús Ferrer, portavoz de Ecologistas en Acción en Huesca, al igual que Emilio, insiste en "la falta total de planificación" respecto al peligro sequías en la zona. "Desde 1993 hasta 2004 no hubo ninguna intervención; una auténtica dejadez considerando que la red de abastecimiento de Huesca pierde agua por todas partes, un 40%, según nosotros".

Fernando Elboj, alcalde de Huesca, del PSOE, reconoció el jueves que "la pérdida de agua es un problema grave" en la zona, mientras presentaba el comienzo de las obras de construcción de un depósito que debería mejorar la situación. A escala nacional, la ministra calcula que "se pierden cada año cerca de 5.000 hectómetros cúbicos". Una cifra equivalente a cinco veces lo que hubiera comportado el polémico y derogado trasvase del Ebro.

Germán Sanromán, concejal de Asuntos Comarcales, explica que hay pérdidas en Huesca como en cualquier sitio, pero que no existen estudios que permitan dar cifras rigurosas. Por otra parte, el concejal reconoce que hubo "un largo periodo de escasa actividad, no sólo en materia de agua, debido a la inestabilidad política de los últimos años".

Sin embargo, señala Sanromán, el Ayuntamiento rompió la inercia en 2004, "reformando un tramo importante de la red de abastecimiento". Además, explica, para hacer frente a la excepcional sequía, "ya están en marcha las obras que permitirán la conexión de la red de Huesca con otro canal de la zona, el del Cinca". La obra "estará lista dentro de un mes". Es decir, antes de los 90 días de vida que tiene el embalse Vadiello, si no llueve, significativamente, durante el verano.

Mientras tanto, desde mediados de mayo, queda prohibida en la capital la utilización de las piscinas, una medida criticada por el PP local, que la considera algo puramente simbólico, ya que el llenado de las piscinas supone "una ínfima parte del consumo de Huesca". Sanromán contesta que, además del llenado, hay que pensar en el constante recambio y, precisa, "sería irresponsable en estos momentos gastar agua así". Una polémica local, en la sombra de la nacional sobre el trasvase del Ebro.

A las ocho de la tarde, Emilio sigue trabajando sus tierras. "Yo no me niego a que se trasvase agua", dice. "Pero primero hay que darla a los que la tienen cerca. Y tienen que ayudarnos. Los subsidios no son suficientes. Si no aquí no hay porvenir, no se va a quedar nadie". A su lado está su hijo, ayudándolo. Algo no muy frecuente, en un pueblo que ha pasado de 350 a 250 habitantes en diez años.

El embalse de Mediano, en la cuenca hidrológica de Huesca, el jueves.
El embalse de Mediano, en la cuenca hidrológica de Huesca, el jueves.A. R.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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