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A PIE DE PÁGINA

Detrás de la niebla

Martín Alonso Pinzón venía enfermo. Muy enfermo. Las calamidades del viaje, las desavenencias con el almirante, la furia de la tormenta, que separó las carabelas en medio del océano, la ansiedad de la tripulación, cada vez más inquieta y agitada, junto a la insalubridad de las aguas y la propia incertidumbre del regreso, acabaron por deteriorar definitivamente sus mermadas fuerzas. En los últimos días, apenas tenía ánimos para incorporarse en la camareta. Medio se asomaba a la pequeña bufarda o escotilla del castillete de popa y le preguntaba al piloto Sarmiento, pontevedrés, que se había hecho cargo del rumbo:

"¿Adónde nos traes, gallego?".

"A casa, mi señor", le respondía éste.

"La gente de esta tierra puede andar en siete mares, puede correr cuarenta mundos, pero jamás olvida el camino de regreso"

Pero el andaluz no veía más que la niebla. La Pinta entró en la ensenada de Bayona de Galicia el 1 de marzo de 1493. De las tres embarcaciones que cinco meses antes habían salido del puerto de Palos, ésta fue la primera en tocar tierra europea con la noticia de la descubierta. Dicen algunos cronistas que la primavera madrugó aquel año en las rías. No resulta difícil imaginar las verdes laderas, las viñas cuidadosamente podadas, a punto de estallar, las primeras flores de los cerezos, la savia rejuvenecida en los brotes tiernos de los castaños...

Pero don Martín Alonso no veía más que la niebla: una especie de paño algodonoso que en su delirio quizá se le antojase sudario, y en el que se adentraban.

"¿Estás seguro, gallego?", se agitaba, empapado en el sudor de las fiebres. "¿No será otra de las vuestras? Mira que vengo escaldado...".

"Fíese, mi señor, que sé lo que hago. La gente de esta tierra puede andar en siete mares, puede correr cuarenta mundos, pero jamás olvida el camino de regreso".

El andaluz llegó enfermo a su patria de La Rábida, donde falleció, parece que incapaz de salir de la niebla, como quien se pierde en un laberinto y ya no se encuentra. Las crónicas poco dicen sin embargo de Diego Sarmiento, el piloto de la Pinta, que trajo con buen rumbo a los navegantes extraviados en el océano. Las gentes de Bayona presumen de ser los primeros en conocer la noticia del Nuevo Mundo.

No me parece accesoria esta cuestión de la niebla para explicar mi país. El tópico nos sitúa en la escalera. Yo propongo la niebla. La niebla que no deja ver, pero que también recoge, cobija, envuelve en un extraño mecanismo de defensa, protege y disimula. ¿De dónde viene realmente la niebla? ¿De los que nos ven (y no nos ven) o de nosotros mismos, instalados en ella, por no decir que disueltos en su húmeda consistencia? Gonzalo Torrente Ballester recreó esta idea en esa fantástica novela que es La saga/fuga de J. B. Castroforte del Baralla, la ciudad imaginada, levita y flota en la niebla cada vez que sus habitantes (los gallegos) se ven acosados por la adversidad o sumidos en alguna polémica o preocupación colectiva. Ante la complejidad, levitamos. Por eso cuando vinieron los agrimensores, funcionarios del catastro y medidores de las geografías del mundo, no nos encontraron. Estábamos flotando, suspendidos en el aire. Por eso a veces no aparecemos en los mapas. En ciertos mapas, por lo menos.

George Borrow, que nos visitó en 1836 vendiendo biblias, y a quien el común de las gentes conocía como Jorgito el Inglés, cuenta cómo en el camino hacia Finisterre se perdió en medio de la espesísima bruma, que en esa parte del mundo llaman "borraxeira". Era la misma envoltura que décadas antes había extraviado a los ejércitos de Napoleón y del mariscal Soult cuando entraron por el Bierzo detrás de las tropas de sir John Moore, muerto y enterrado en A Coruña, a quien con emoción cantó después Rosalía de Castro. La misma que perdió a los normandos en las vísperas del año mil, derrotados frente a las costas de Foz por las avemarías del obispo Gonzalo (lean ustedes a Cunqueiro). La misma que arropa a las ánimas del Purgatorio camino de San Andrés de Teixido, o incluso camino de América (Wenceslao Fernández Flórez). La misma que agiganta el aullido del lobo en la agreste fraga luguesa (lean a Ánxel Fole). La misma que espantó al romano hace dos mil años, que no se atrevía a cruzar el río Limia porque creía que, en los confines del mundo, arrastrados por la codicia del oro y las leyendas del estaño, habían arribado nada menos que a las orillas del Leteo, el río que extravía la memoria y tras el cual ya no es posible el regreso...

Diego Sarmiento, sin embargo, el piloto de la Pinta, sabía volver, y con él volvieron sus amigos. Ésta es quizá la diferencia (y la esperanza), como en la escalera del tópico. Detrás de la niebla, incluso a pesar de las apariencias, estamos. Quiero decir: existimos. Instalados en el nuevo siglo, con más de dos mil años de memoria sobre nuestras espaldas, el país avanza, se mueve. No siempre en línea recta, porque la historia, como la escritura de Dios, está llena de meandros. No siempre conforme al discurso que los otros proponen (lo que tiene sus riesgos, no cabe duda). Ni siquiera de acuerdo a veces con lo que nosotros mismos, que somos diversos y distintos también cara adentro, quisiéramos entender. Pero aquí estamos. Para bien y para mal. A las duras y a las maduras. El viajero debe saber que, una vez que cruza la cortina, una vez que se decide a entrar, con el espíritu atento y sin prejuicios, la niebla deja de ser enemiga para convertirse en compañera, cuando no en aliada, y entonces el mundo se expande, y estalla de luz, como quien abre una caja de plata.

Niebla en la Rivera Sacra, comarca situada entre Ourense y Lugo.
Niebla en la Rivera Sacra, comarca situada entre Ourense y Lugo.XURXO LOBATO

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