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Tribuna
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¿Víctimas de las víctimas?

Utilizo la expresión que más comúnmente oigo. Las víctimas. En realidad suelen ser sus familiares. Y lanzo de entrada esta "subversiva" afirmación. Las víctimas, vivas o muertas, pueden ser peligrosas. Espero que a lo largo de este artículo, los afectados que lo lean, depongan su previsible hostilidad inicial.

No descubro la pólvora si digo que todos los partidos políticos tienen sus estrategias y sus tácticas; que las tales estén orientadas hacia el bien general es materia inflamable que no viene al caso. Aunque De Gaulle dijo que "puesto que un político nunca cree en lo que dice, se asombra de que otros le crean". A decir verdad le creen los convencidos de antemano, pero vale. Este artículo, vaya por delante, no es una condena de las mentiras del PP, a no ser que extendamos la condena a todos los demás partidos. Es una táctica generalizada. Ahora han visto que un filón de su estrategia, las víctimas del terrorismo, da más de sí de lo que jamás hubieran pensado. Durante dos años de su mandato ya utilizaron esta mina, pero es ahora, que cuentan con la buena predisposición de muchas asociaciones de víctimas, cuando se percatan de que tienen en sus manos un poderoso ariete. Convencidos como estaban de que sólo ellos sabían como combatir el terrorismo etarra, refuerzan la táctica: guerra sin cuartel y sin condiciones hasta la rendición incondicional del enemigo. Claro que ellos habían tenido contactos con ETA y que Aznar utilizó más de una vez la denominación que la banda se daba a sí misma: Movimiento de liberación de las Tierras Vascas. Pero a esto no se replica o se desliza uno por la tangente o se relega al apartado de lo anecdótico. Maestros son en el arte de las distinciones imposibles. También de darle o quitarle importancia a lo evidente: tanto el PSOE como ellos, el PP, dejan en segundo plano (y no la silencian por evidente) la colaboración francesa, sin la cual, el entramado etarra estaría más vivo que nunca.

Ahora la estrategia consiste en afirmar que ETA estaba en sus estertores gracias al acoso del Gobierno popular. Ha sido llegar Zapatero con su manía de diálogo, y amenazar ruina el trabajo de Aznar y del dormilón Oreja. (A ETA se la ha dado por muerta varias veces, pero como hidra de mil cabezas, siempre nos ha recordado que falta mucho rabo por desollar). La organización terrorista cuenta con muchos apoyos internos y externos; y aunque sus "guerreros" no son suicidas, constituyen un ejemplo de la endeblez de la sociedad y de cualquier gobierno democrático en una sociedad tecnológica. Ya nos lo advirtió Roberto Vacca y el tiempo le ha dado la razón.

La intransigencia absoluta, la guerra hasta la rendición total del enemigo, es una baza de alto riesgo, algo así como de perdidos al río. La "impresionante" manifestación del pasado domingo dice más de los que asistieron que de los que no lo hicieron. En semanas previas, un gran sondeo se decantaba abrumadoramente por un diálogo sin condiciones políticas, la fórmula que Zapatero y su Gobierno están roncos de tanto repetir. De modo que la manifestación de las víctimas fue "preventiva", absurdo que no se entiende sin una intoxicación previa. Toda la plana mayor del PP, incluido Aznar, estuvo presente; para su bien o para su mal, el tiempo lo dirá. Lo que resulta evidente es que el magno acontecimiento estuvo politizado.

Pero vayamos con las víctimas, olvidando las pocas asociaciones que no se adhirieron y de las que no es descartable que metan ruido. "Negociación en mi nombre, no", era el grito preponderante. Bélico, por supuesto. Los asesinos deben pagar su deuda. Guerra sin cuartel hasta el exterminio o la cárcel per in sécula. O sea, estamos con el PP, aquí presente. Muy cristiano. No estando ETA difunta, si no se llega a un acuerdo de paz no humillante (incluso humillante, diría Cristo) habrá más muertos. Es decir, que para que a usted se le haga justicia, para ¿vengar? a su hijo perdido, otro tendrá que deplorar la pérdida del suyo. Prosiga la contienda y mueran verdugos y ay, víctimas inocentes, hombres, mujeres, niños. Algunos dicen perdonar para que no vuelva a ocurrir, pero ustedes piden la sangre de los asesinos, a sabiendas de que irá acompañada de la de otros tan inocentes como la del familiar perdido. ¿O es que se tragan el mito de que ETA está acabada y lo que de ella quede se disolverá pacíficamente? El cielo les escuche pero aquí en la tierra, y vistos los antecedentes de 35 años, esa posibilidad parece remota. Puede que el eficaz y nada dormilón ministro Alonso, en colaboración con Francia, consiga que ETA mate menos, pero en mi cristiana o existencialista opinión, un solo muerto ya es mucha muerte.

No entiendo por qué la Iglesia en pleno, con Rouco a la cabeza, no condenó esa manifestación, no por políticamente oportunista, sino por anticristiana. Justicia sospechosa de venganza, es venganza. (Se comprende mejor la intransigencia contra el terrorismo radical islámico, pues mata en nombre de Dios, no le redimirá la cárcel y quiere morir matando). Al parecer, la Iglesia, o gran parte de ella, montará uno y mil cirios si un señor se acuesta con otro, gran crimen, pero no da su apoyo a una posibilidad de paz para que no haya más muertos y porque ha habido muchos. Aprendan de los sectores minoritarios de las víctimas: explórense las vías de la paz porque no queremos que a otros les pase lo que nos pasó a nosotros.

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Sirva un breve relato. Albert Sicroff, gran hispanista (alumno predilecto de Américo Castro), simpatizante de la causa de los negros, se nos unió un día a la mesa habitual de algunos colegas y amigos. Despotricó contra los negros, dejándonos boquiabiertos. Es que yo puedo hablar -dijo excitado- porque mi hijo está en el hospital a causa del navajazo en el abdomen que le dio un negro.

Le transmitimos nuestras simpatías, pero un colega y yo argüimos sin contemplaciones que había perdido toda autoridad para opinar. Ahora era parte interesada y no podía ser objetivo. No le convencimos. Si no es un liberal de boquilla, le dije luego a mi amigo, tanto peor.

Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.

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