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Columna
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La cena de los... insectos

Para mala uva la de mi amigo Pello. Estábamos la cuadrilla cenando insectos (los comercializa y guisa una pareja de donostiarra y navarro, Lourdes y Patxi, que tiene fogón en Olite) y yo no sé si se le atravesó el aguijón de uno de los escorpiones (saben a tocino), pero el caso es que Pello nos contó la historieta de los regidores rebuznadores, creímos que para celebrar la efemérides de El Quijote. ¿La recuerdan? Me refiero a la historieta, no al palabro medio griego. Pues eso, resulta que un regidor había perdido el burro en el monte y otro colega suyo se ofreció a secundarle en la búsqueda. A fin de atraer al tercero, digo al jumento, se pusieron cada uno a rebuznar por su lado, pero cuando uno de los munícipes creía haber localizado al asno resulta que localizaba a su compañero rebuznador. Les ocurrió lo mismo tantas veces que tuvieron que dejarlo y cambiar los rebuznos por una burra en celo, pero esa es otra historia.

Y la de Pello también, porque entre grillo y larva de tenebrio soltó -es que tiene tan mala uva...- que nos había contado aquello porque ejemplificaba perfectamente la carta que unos regidores de aquí, o sea de Donosti, habían escrito sobre la necesidad de hacer las paces con ETA. Nos dejó boquiabiertos, tanto, que a una le asomaron las patas del saltamontes que se estaba comiendo y a otro se le saltó literalmente un grillo de los labios. Todas las explicaciones que le pedimos se estrellaron contra un "a buen entendedor..." como se estrellarían contra una coraza. De hecho, Marijose sugirió que a lo mejor se estaba metamorfoseando en Gregorio Samsa, bueno, en el escarabajo en que se convirtió, y durante unos minutos divagamos sobre las posibles consecuencias de alimentarse de insectos.

Fue en vano; las antenas de Pello echaban chispas pese a que Txomin le recordó que nuestro regidor principal estaba llenando la ciudad de carriles bici, lo que demostraba su amplitud de miras. Alicia adujo que se estaba oponiendo como un jabato a la construcción de una incineradora de basuras. Y Mikel comentó que los grillos le sabían a Idiazabal, cosa en la que estuvimos todos de acuerdo, incluso Pello, que no pudo reprimir su mala uva y apostilló que sólo nos faltaba eso, que vasquizáramos los grillos y, por qué no, las mariposas. Por alguna extraña conexión mental, los lepidópteros le devolvieron a la carta de los regidores (tiemblo al recordar que el muy bruto dijo rebuznos en vez de epístola) y entonces comprendimos el porqué de su cabreo, ya que, mientras engullía un puñado de curruscantes cucarachas de agua, expuso que le repugnaba que la carta pusiera en tela de juicio el encarcelamiento de Otegi porque lo encontraban desconcertante. Marisa le contestó con buen juicio que también encontraban desconcertantes los últimos atentados de ETA, lo que no hizo sino añadir más leña al fuego, porque Pello se olvidó del escorpión con el que estaba jugueteando como si fuera una carta astral y le soltó de muy malos modos que por eso, que sólo faltaba que metieran en el mismo plano los atentados y la cárcel de Otegi. Ahí si cupo un acuerdo porque, en efecto, el juez tenía razones -y las sigue teniendo- para incoarle un juicio como supuesto dirigente de ETA, de la que cobraría, además, sueldo. De hecho, estaría viviendo en libertad provisional desde que Batasuna fue ilegalizada por formar parte de ETA -de ETA, insistió Pello, que por alguna razón ni siquiera admitía que pudiéramos estar de acuerdo con él en eso- y gracias a que era aforado. Sólo faltaba que nuestros regidores, sentenció Pello, le sacaran la cara a un tipo respaldado por buena parte de los terroristas (parece que algunos ya no le apoyan tanto) mientras la propia organización ilegalizada, o sea ETA, exhibía su matonismo amenazando incluso al partido al que pertenecen nuestros regidores. Más vale que nos sirvieron un ciempiés de un palmo y, entre saborearle el gusto a marisco y contarle las patas, nos olvidamos de los regidores, digo, del burro de Pello.

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