El valor de la consistencia

A José Mourinho, el técnico del Chelsea, no le gusta individualizar los elogios. Salvo que el destinatario sea Frank Lampard. En ese caso el portugués no pierde la ocasión de hacer apología: "Tiene la mentalidad correcta, la personalidad, el talento, la condición física, la motivación y el conocimiento del juego adecuados para ser el mejor jugador del mundo".

Seguramente, Mourinho se habrá cargado de razones para mantener esa opinión tras analizar la temporada de su futbolista predilecto: Lampard lidera cada una de las estadísticas más significativas del Chelsea. Sumando todas las competiciones, ha disputado más partidos, 58, que cualquiera, siendo el máximo goleador del equipo con 19 tantos, y también el mejor asistente, el jugador que más amonestaciones ha provocado y recibido, y el que más ha rematado. Más allá de los números, la presencia capital de Lampard en toda zona del campo y en cualquier circunstancia del juego lo han convertido en la referencia del emergente Chelsea, campeón de la Premier League y de la Copa de la Liga inglesa.

El vigor y la eficaz determinación con las que el centrocampista se implica en defensa se ven complementadas con unas condiciones privilegiadas para el juego. En una zona en la que el fragor físico suele ser sinónimo de imprecisión, el inteligente y competitivo Lampard siempre encuentra la manera de encender las luces con un vasto catálogo de recursos. Jugador de trazos largos y soluciones simples, apoyado en un notable nivel técnico y un físico potente, Lampard descifra y ejecuta con naturalidad y acierto cada una de las muchas maniobras que abarca desde su posición: desde la distribución, en corto o en largo, al deslumbrante pase en profundidad expresado en sus asistencias de gol, sin olvidar su fenomenal capacidad para descolgarse hasta la frontal y exhibir su pegada con las dos piernas.

En mayo, Lampard recibió el premio individual más antiguo que se concede en el fútbol inglés, otorgado por la Football Writer's Association, el colectivo de periodistas, al mejor jugador de la temporada. En su discurso de agradecimiento Lampard dedicó el premio a sus compañeros, a sus técnicos, a los directivos del Chelsea y a todos sus familiares. Tuvo también un recuerdo para Lucy, una niña de diez años que acababa de fallecer víctima de un tumor cerebral, y a la que Lampard había invitado a los últimos partidos en Stamford Bridge para dedicarle goles y mil atenciones: "Esta mañana he estado en su funeral. La fortaleza que mostró en sus últimos días hace que yo ponga todas las cosas en una perspectiva real". Y Lampard expresó su compromiso con la ética de trabajo heredada de su padre, vieja gloria del West Ham en los años 60.

Siempre le estará agradecido a su padre por aquellas duras sesiones de entrenamiento a las que le sometía cuando era un crío y por enseñarle el auténtico significado de ser futbolista. El hijo aprendió la lección: la noche anterior a la entrega del premio, unos ladrones habían entrado en su casa mientras el jugador y su novia dormían. Se llevaron dos coches de lujo y otros objetos de gran valor. Dicen que Lampard estaba mucho más preocupado porque le devolvieran sus pares de botas favoritos.