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Reportaje:AIRE LIBRE

El camino de San Pedro hasta la playa

De Tamadaba al mar, un sendero que descubre el horizonte de Gran Canaria

Continente en miniatura. Con este apelativo se pretende resumir desde siempre la caracterología de Gran Canaria. Pocos enclaves lo simbolizan tan contundentemente como el camino de San Pedro. Parte de las cimas atlánticas del parque natural de Tamadaba, al noroeste de la isla, y deposita a los embriagados montañeros en ese notable ejemplo de paisaje tropicalista que es Agaete.

El comienzo es inmejorable: Artenara, el pueblo más alto de la isla, repleto de vistas maravillosas y defendido por infinidad de curvas, se llegue por donde se llegue. No perderse sus casas cueva, el mirador de Unamuno y la ermita de la Cuevita.

De Artenara sale la carretera circular, de dirección única, a Tamadaba. En el punto kilométrico 7 está el desvío a la zona recreativa, dotada con mesas, fuente, y aseos, leña y quemadores. Seguir a pie y a 300 metros de la cadena está el comienzo del camino real.

Masa de pinar canario

El principal atractivo de Tamadaba radica en su naturaleza rompedora. La orientación norte se traduce en una salutísima masa de pinar canario de 600 hectáreas -una de las mejor conservadas de la isla-, en parte reforestada en los años cincuenta, con ejemplares de un porte entre 20 y 30 metros de altura. Cada árbol invita a una mirada. Qué placentero escrutar con la vista el sotobosque de jara, brezos, tomillón de Tamadaba y follao, variedad de laurisilva, al que se une un manto de musgo, bioindicador de la calidad de su hábitat; también de líquenes, como las barbas de capuchino, que parecen jirones caídos del cielo durante una tormenta vegetal. No hay marcas en el recorrido, por lo que es preciso olvidarse de los atajos. Eso sí, anuncian la dirección correcta los muretes de baja altura que flanquean a veces este camino de explotación forestal.

Pasaremos junto a la presa de Samsó, con agua en abundancia. En las Islas Afortunadas, a diferencia de la Península, el invierno fue pródigo en precipitaciones y la primavera no está haciendo sino reventar de color. Después bordearemos una piedra de oscura erosión, señal de que finalizan las coníferas, hábitat del pájaro carpintero y el pinzón azul; momento de embocar por la derecha la senda pedregosa. Al desaparecer los relieves dóciles de la mancha boscosa, la visión se abre en grandes angulares. El roque Faneque muestra su imponente faz a mano izquierda, dominando el barranco de Guayedra, que se desmenuza hasta la playa naturista que animamos a disfrutar por la tarde observando el festival geológico de las costas vírgenes grancanarias.

Desde el mirador Vuelta del Palomar se revela el paroxismo visual. Ofrece un dibujo del conjunto de los macizos del parque, de materiales volcánicos antiguos, mixtura de soberbios roques y barrancos vertiginosos, así como la villa de Agaete y el océano que desata todo su gélido poderío rodeando el blanco del puerto de las Nieves. Por completo, espectacular. ¡Y con el Teide a lo lejos!

El largo descenso, entre comunidades de tabaibas y verodes, ya sin riesgo alguno de perderse, conduce a la alfombra verde que decora el valle de Agaete, enclave que rezuma sosiego y naturalidad y trabajo. Sorprende lo feraz del barranco en comparación con el sol africano y la ausencia de un río cantarín que lo riegue. Ocre debería ser este escenario y no glauco, con los únicos cafetales de la isla y los vientos alisios que, repartiendo humedad, riegan aguacates, naranjas, papayas.

Luego hacemos un alto en la era detrás de la montaña de Berbique. Surge aquí una sucesión de cuevas prehispánicas con graneros excavados donde se encontró un cuerno de cabra a guisa de arado. Ya casi al final, en un recodo, tomamos a mano derecha la subida al caño de agua, no lejos de las primeras casas de la pedanía de San Pedro.

Pisando el asfalto, es preceptivo girar la cabeza y levantarla bien alto. Sobrecoge la altura salvada. Cubrirán estos mil metros, pero cuesta arriba, los vecinos de San Pedro a partir de la medianoche del 27 de junio. Hasta Tamadaba ascenderán entre cantos y libaciones de ron para recoger plantas aromáticas con que ofrendar al santo. Al alba, quienes desistieron de la subida harán sonar las caracolas avisando del regreso de la expedición festiva, a la que les espera caldo de pollo. El baile de los romeros se prolongará hasta el atardecer.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir- Guaguas(autocares) de Las Palmas de Gran Canaria a Artenara: un trayecto de dos horas de curvas. Se puede dejar el coche en San Pedro (valle de Agaete) y solicitar un taxi turístico (928 55 44 75). La carrera hasta Tamadaba cuesta 40 euros (75 minutos), con parada en El Hornillo.Consejos- Para cubrir los 8,3 kilómetros (unas tres horas) conviene llevar calzado de montaña para evitar resbalones. En Gran Canaria, portar siempre una chaquetilla para las zonas altas.Comer- Casa Pepe (928 89 82 27),Agaete centro. Caldo de pescado(por encargo). Unos 15 euros.- Hotel Princesa Guayarmina (928 89 80 09). Los Berrazales, Agaete. Menú del día, 11 euros.Dormir- Finca Las Longueras (928 89 81 45; www.laslongueras.com). Agaete. 80 euros la doble (con desayuno).- Hotel Princesa Guayarmina (928 89 80 09). Los Berrazales, Agaete.60 euros con desayuno.Información- Patronato de Turismo de Gran Canaria (928 21 96 15; www.grancanaria.com). Turismo de Agaete (928 55 43 82; www.aytoagaete.es). Ayuntamiento de Artenara (928 66 64 21).

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