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Columna
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Lírica

Miquel Alberola

Existe la creencia generalizada de que la poesía es una de las formas más depuradas de la comunicación lograda a través de la inspiración, pero conozco a varios poetas que se han quedado secos tras administrarse Pharmaton Complex. Este complejo vitamínico acabó con su fuente de creación, y algunos de ellos tuvieron que dejar el tratamiento para no arruinar su laureada carrera lírica. Los que optaron por la vitamina son hoy personas normales, incluso respetables, en el sentido de que dejaron de ver la vida en verso. Ante la levitación y el placer que experimentaron en el pasado por ser el centro de un universo creado y protagonizado por ellos mismos hoy sólo sienten claustrofobia. A menudo, la poesía es un estado carencial, una secuela de cualquier anomalía que el organismo trata de compensar con reacciones que convierten al paciente en un ser extraordinariamente dotado para captar sensaciones. Como un todo, el organismo trata de regularse. Pero también suele ocurrir que el remedio causa una inflamación y resulta peor que la enfermedad. Entonces el paciente se convierte en un pelmazo de la rima. No he conocido a ningún poeta que esté sano del todo. El que no padecía un resfriado crónico tenía dispepsia. Es muy probable que en el futuro la medicina llegue donde la crítica literaria se queda corta. Hoy se sabe que los éxtasis de Teresa de Jesús no eran la coreografía de un estado de comunicación divina sino trances causados por la descarga de una crisis epiléptica. Su obra, en realidad, fue como un cuadro clínico en verso. Debajo de la belleza de una metáfora casi siempre hay un desajuste dietético, una irritación gástrica, un déficit de zinc o de calcio, un trauma infantil, una disfunción, la impotencia o una úlcera. Cuanto mayor es el mal, mayor calidad lírica se alcanza. Sin el terrible dolor de pierna de Vicent Andrés Estellés, la hipotensión de Machado, la neumofilia de Salvat Papasseit (por no hablar de las almorranas de Hemingway, que sería extrapolar el fenómeno a otro género literario), varios capítulos de la lírica más representativa no se habrían escrito. La patología siempre resultó muy creativa. Por el contrario, la salud no ha aportado nada al arte.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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