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Reportaje:APUNTES

Expertos en Biodiversidad

150 investigadores y becarios trabajan en el Institut Cavanilles de la Universitat de València, en el estudio de microorganismos, patógenos, plagas y protección de flora en parques naturales

Los biólogos del Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biología Evolutiva han demostrado desde la fundación del centro en 1998 que se dedican a algo más que a cazar mariposas. La producción científica de sus 150 investigadores y becarios liderados por Andrés Moya, es, en su mayor parte, de esa que agrada a políticos y ciudadanos de a pie: la que tiene proyección social. El estudio de microorganismos patógenos para los seres humanos, el control de plagas en agricultura o el estudio y protección de la flora en parques naturales son algunos ejemplos de ello.

La actividad multidisciplinar de este Instituto de la Universitat de València no la desarrolla, por el momento, ningún otro centro del país y pocos en Europa. Cuenta, además, con contratos y proyectos procedentes de toda España e incluso internacionales que lo han situado entre los más productivos en investigación y desarrollo de la Universitat en recursos, becarios, personal contratado, proyectos y volumen de ingresos. El año pasado el Cavanilles facturó más de un millón de euros. "Esto era inimaginable cuando empezamos. Viendo las áreas de investigación del Instituto, no parecía que fuéramos a generar tanto recursos", explica Moya.

Recientemente, el Cavanilles se ha implicado en la creación de dos áreas del nuevo Centro Superior de Investigación en Salud Pública (CSISP) de la Generalitat Valenciana: el área de genómica bacteriana y el de epidemiología molecular, con la intención de que la primera se convierta en un centro de dimensión nacional, para lo que ya están en conversaciones con el Ministerio de Sanidad, el Instituto Carlos III y el Ministerio de Educación y Ciencia. En este nuevo centro de investigación -que comenzará a funcionar en 2007-, aunque ya se viene cooperando activamente con la Consejería de Sanidad en el marco de sendos contratos con la Universitat de València, el grupo de trabajo de Moya podrá desarrollar todo su experiencia en genómica bacteriana, concretamente en el estudio de los genomas mínimos, un área en la que cuando comenzaron parecía que no iba a ir más allá de la ciencia básica. Pero lo que empezó guiado por la mera curiosidad científica ha acabado por generar, como tantas otras veces en la historia de la ciencia, resultados trascendentes para la biología y ha derivado en líneas de investigación sobre salud humana.

El grupo que estudia genomas mínimos ha observado a lo largo de estos años de investigación que algunas bacterias que hoy son endosimbiontes -aquellas que viven en el interior de un organismo sin causarle perjuicio- han abandonando su condición de patógenos a lo largo del tiempo -tiempo evolutivo-. El último genoma mínimo que han secuenciado en el Cavanilles -aún sin publicar- es la bacteria más pequeña conocida, con apenas 415 kilobases. Hasta ahora el más pequeño era Mycoplasma genitalium, con 550 kilobases, que secuenció Craig Venter hace diez años. La nueva incorporación a la colección de diminutas bacterias secuenciadas por el grupo de Moya corrobora la propuesta teórica -que tuvo muy buena acogida entre la comunidad científica- de la que partieron los estudios de este investigador: con 206 genes, equivalentes a unas 250 kilobases, se puede formar una célula. La trascendencia de estos resultados es evidente desde el punto de vista evolutivo -¿cuántos genes tuvo el microorganismo que nadaba en la sopa primigenia en los albores de la aparición de la vida en la Tierra?, es una pregunta que nos podemos hacer-, pero el mismo Moya se muestra sorprendido del camino por el que, finalmente, les ha llevado.

"En el nuevo Centro Superior de Investigación en Salud Pública vamos a hacer estudios epidemiológicos y a estudiar patógenos humanos. La epidemiología no es otra cosa que evolución en acción", afirma Moya. "Nuestro objetivo es secuenciar, por ejemplo, la flora intestinal y la bucal. En este momento se sabe que algunos microorganismos causan problemas de salud, pero la realidad es que un patógeno no actúa solo, sino que los síntomas, en buena medida, hay que estudiarlos considerando la presencia de toda la flora. Esta aproximación se conoce como metagenómica. La investigación integral, para la que hasta ahora no contábamos con recursos conceptuales y técnicos, es nuestro objetivo. La biología se encuentra en un momento muy interesante", afirma.

De L'Albufera a la Antártida

En el Cavanilles se trabaja en diversidad de temas que tienen en común la biología y la evolución de las especies animales y vegetales, desde la escala molecular hasta los ecosistemas. La riqueza del proyecto radica, según su director Andrés Moya, en la propia diversidad, haciendo honor a la denominación del Instituto.

Uno puede encontrase en sus pasillos con investigadores que estudian la conducta de determinadas especies al tiempo que evalúan comparativamente sus cerebros por estudios anatómicos o de biología celular. La parte del Cavanilles que está ubicada físicamente en el Jardín Botánico de Valencia trabaja en sistemática, ecología y evolución vegetal, y están implicados en multitud de proyectos conservacionistas. Hay grupos que trabajan en taxonomía y sistemática, identificando y clasificando especies, muchas de ellas en peligro de extinción, otras simplemente desconocidas y que proceden de campañas en Latinoamérica, África o la Antártida. La biodiversidad no exclusiva de los grandes organismos. Hay miembros del Cavanilles implicados en el estudio de microorganismos, concretamente la Colección Española de Cultivos. Otro grupo del Cavanilles trabaja en aspectos muy variados de la zoología marina, y está implicado en el mantenimiento y conservación de los mamíferos marinos de L'Oceanogràfic. La lista, en fin, es larga: hay grupos que investigan el rico patrimonio paleontológico de nuestra Comunidad, la ecología vinculada a nuestros lagos, particularmente L'Albufera, o los indicadores biológicos de contaminación.

El Instituto es acreedor de unos de los pocos programas de excelencia de tercer ciclo en biodiversidad y evolución y, dada la integración creciente de sus unidades de investigación, puede liderar, en cooperación con la Facultad de Biología, estudios de postgrado en esas materias.

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