Eto'o se queda sin premio
El delantero azulgrana no consigue la Bota de Oro y la Real se rinde a Karpin el día de su despedida
Cuanto más importante es el partido, es decir, el resultado, más requiere el fútbol de tranquilidad y paciencia para afrontarlo. Los entrenadores se desgañitan reclamando toque, control del balón, elección de jugada, todo menos vorágine ofensiva, relegada para las causas perdidas o los momentos viscerales. Cuanto más intrascendente es el fútbol, con todo el pescado vendido, sin nada que afecte al resultado final o al análisis de un equipo y su temporada, más se reclama tensión competitiva, espíritu de trabajo y ese componente profesional que se traduce en la ansiedad de ganar. El fútbol es así de contradictorio, aunque luego, entrenadores y futbolistas enfrentan la teoría y la práctica como elementos opuestos.
REAL SOCIEDAD 0 - BARCELONA 0
Real Sociedad: Riesgo; López Rekarte, Labaka, Brechet, Barkero; Mikel Alonso, Xabi Prieto (Gabilondo, m. 70); Karpin (Mladenovic, m. 89), Aranburu, Gari Uranga; y De Paula.
Barcelona: Jorquera; Oleguer, Puyol, Edmilson, Fernando Navarro; Iniesta, Márquez, Motta (Gabri, m. 58); Giuly (Damià, m. 79), Eto'o y Sylvinho (Larsson, m. 46).
Árbitro: Medina Cantalejo. Mostró la tarjeta amarilla a Karpin por una patada a Iniesta.
Estadio de Anoeta: 25.861 espectadores. Los jugadores de la Real Sociedad hicieron a los del Barcelona el pasillo de campeón, acto que los aficionados aplaudieron. Karpin y Alkiza recibieron desde el centro del campo y al inicio del partido el homenaje de la hinchada por su despedida.
El Barça despedía la Liga como campeón indiscutible en Anoeta con dos objetivos claros: llevar a Eto'o a la Bota de oro, para lo que debía marcar en Anoeta ineludiblemente (algo que había hecho en dos ocasiones cuando jugaba en el Mallorca) y, al mismo tiempo, conceder minutos a los jugadores que se han pasado la temporada lesionados u olvidados (Edmilson, Navarro, Motta). Ambas cosas parecían incompatibles o poco apropiadas, aunque ambas fueran justas. La primera conclusión fue triple: desajustes defensivos (tropezones incluidos), poca salida del balón y Eto'o condenado a sobrevivir en el páramo del área rival.
A la Real le ocurría algo de lo mismo, sólo movida por motivos sentimentales (el último partido futbolístico de Karpin, la despedida de Alkiza y el presidente Astiazaran), pero con una carcasa de equipo más habitual, que le concedió el control del encuentro, de salida, y una oportunidad grandísima al cuarto de hora en un cabezazo de Uranga que dio en el brazo de Edmilson en una jugada confusa, de ésas que se protestan una semana cuando los puntos tienen más valor que el estadístico. Como el Barça defendía muy atrás y muy mal, Uranga -cambiado de banda- fue el que mayor partido sacó a las carencias azulgrana y le amargó la tarde a Oleguer, aunque cada uno de sus centros murió en el olvido de sus compañeros.
Eto'o se buscó la vida con menos convicción que hace una semana, como si quisiera controlar la ansiedad o como, en realidad, si asumiera que las ocasiones de su equipo iban a menudear. Tuvo una en la primera parte, en la única jugada que conectó con Iniesta, pero cuando se vislumbraba el gol, el balón golpeó en la red por fuera. Era el sino del camerunés que nada más iniciarse la segunda mitad confundió a todo Anoeta con un libre directo que volvió a dar en la red... por fuera. Hasta Riesgo hizo la estatua, superado por el toque medido del camerunés.
Tenía el Barça demasiados jugadores fuera de forma como para apoderarse del partido que estaba casi siempre en la mente y en las piernas de la Real. A medida que caían los minutos el monólogo de la Real resultaba cada vez más abusivo, aunque sólo se tradujera en la reivindicación del inseguro Jorquera en dos libres directos de Barkero y Mikel Alonso, envenenados, que exigieron su mejor respuesta. Fueron dos minutos de electricidad, respondidos, un minuto después, por una contra fulgurante del desvaído Giuly que Eto'o tampoco supo culminar. Era la segunda combinación del Barça en todo el partido, algo así como su segundo estornudo en el monólogo de la Real para hacerse notar.
Nada se le puede reprochar a la Real en su actitud, siempre ganadora, aunque apática en su delantera, ni a Eto'o, que poco a poco se fue fabricando ocasiones, perdidas por centímetros, en el mano a mano con los defensas. Bien es verdad que el Barça sólo entendía el gol en las botas o la cabeza de su delantero, obviando cualquier otra opción que no tuviera a Eto'o como protagonista. Sólo Larsson, cuando el camerunés no alcanzó un balón cruzado, tuvo la ocasión de marcar, frustrada por la salida rápida de Riesgo. Ni siquiera el colegiado le concedió a Eto'o un penalti de Brechet en las postrimerías del partido.
El fútbol es un juego de luces y sombras en las que al éxito siempre le roza el fracaso. Eto'o, campeón, no pudo ser bota de oro; Edmilson, campeón del mundo, se lesionó de nuevo y Karpin, reclamado por su público, concluyó su andadura futbolística con una tarjeta por una dura y feísima entrada por detrás a Iniesta. Anoeta lamentó las tres cosas. Quería que ganase la Real, que Eto'o marcase y que Karpin siguiese un año más. Nada pudo ser.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.