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Reportaje:FERIA DEL LIBRO DE MADRID

Ideas que funcionan

Los libros de autoayuda no son consecuencia de la falta de valores del mundo posmoderno. Tampoco tienen su origen en la aparición de la sociedad de masas. Eso es lo que les gusta pensar a algunos pedantes, pero lo cierto es que libros de autoayuda ha habido siempre. Bertrand Russell escribió La conquista de la felicidad, uno de los clásicos del género, en 1930. Tres siglos antes, Baltasar Gracián daba consejos en Oráculo manual y arte de prudencia. Otro libro, El cortesano, de Castiglione, es un breviario de urbanidad (y un éxito de ventas en su época) con propósitos similares a los que tenía Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, de Dale Carnegie. Al igual que sucede con cualquier otro género, entre los libros de autoayuda los hay buenos y malos. Los clásicos necesitan pasar por las manos de varias generaciones para alcanzar esa condición. Así pues, ¿qué obras más o menos recientes tienen posibilidades de convertirse en referencias perdurables? Tus zonas erróneas (Grijalbo), de Wayne Dyer, se publicó por primera vez en 1976. El libro fomenta la autocrítica tanto como el amor propio y ofrece a continuación herramientas para lidiar con la culpa y la ansiedad. Parecido ánimo tiene Inteligencia emocional (Kairós), de Daniel Goleman, que comienza explorando la fisiología del cerebro humano para demostrar que nuestras emociones determinan la actuación de la mente racional. Cuando este profesor de Harvard publicó este libro en 1995 para enseñar a educar las emociones apenas se había oído la expresión que da título a la obra. Hoy forma parte de cualquier conversación. No resulta exagerado decir que Es fácil dejar de fumar, si sabe cómo (Espasa) ha salvado de una muerte temprana a cientos de miles de personas en todo el mundo. Su autor, Allen Carr, dejó el tabaco en 1983 y dos años después publicó su popular método, que obliga a seguir fumando mientras dura la lectura y que propone una forma de dejar la adicción sin utilizar ningún tipo de sustitutivo. También hay autores españoles entre los candidatos a figurar en una lista de clásicos. Con La buena suerte (Empresa Activa), Álex Rovira y Fernando Trías de Bes tejieron una pequeña fábula poblada por magos, hadas y gnomos en la que se desvelan las claves de la prosperidad en la familia y en los negocios. El libro, traducido a más de una treintena de idiomas, ha sobrepasado el millón de ejemplares vendidos desde que se publicó por primera vez en 2004. Duérmete niño (Plaza & Janés), de Eduard Estivill y Silvia de Béjar, quizá no sea un libro de autoayuda en sentido estricto, pero desde luego sirve de ayuda. Tanto, que no sería extraño que cualquier día los padres, agradecidos por no pasarse más noches en vela con su hijo en brazos, levanten una estatua a los autores. Porque al final de lo que se trata es de encontrar ideas que funcionen.

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