Música grande
Este año de sus 75 le tocan muchos homenajes a Cristóbal Halffter. Esta vez Rita Barberá, la alcaldesa de Valencia, le entregó la medalla del Palau. El compositor respondió con sentidas palabras, pero la mejor manera de hacerlo era con su nueva música. Tras el acto protocolario se estrenaban sus Cuatro piezas para orquesta -El grito, Miedo, Espejo de la memoria e Hipasos de Mataponte- y ahí surgió, de nuevo, el músico magistral, el dominador maduro, el dueño de un lenguaje que sabe exponer y emocionar. Al margen de cualquier sinestesia a que tienda el título de cada una de sus partes, se trata de música pura y grande, que dice jugar con las apariencias de lo irracional y lo racional, quintaesenciada su dialéctica en el final de la última de ellas, ilógico desde el punto de vista de la construcción, eficacísimo como colofón a una partitura sólida y densa, pero llena de una vida bien visible. A veces también en la apelación a esa memoria que es tradición elegida, y por tanto presente asumido. Una obra, por decirlo en corto, que debiera pasar al repertorio de nuestras orquestas.
Orquesta de Valencia
Pedro Halffter, director. Obras de Cristóbal Halffter y Chaikovski. Valencia. Palau de la Música, 24 de mayo.
Tan hermosa música fue formidablemente expuesta por Pedro Halffter y la Orquesta de Valencia que, en la segunda parte del concierto, afrontaron la siempre difícil papeleta del gran repertorio. Esta vez fue la Quinta de Chaikovski, obra más complicada de lo que parece aunque todo el mundo diga que se la sabe, expansiva e íntima a la vez, y en la que es difícil calcular dónde se halla el justo medio, eso que supieron Mravinski y alguno más. Halffter inició su acercamiento con calma, fraseando con cuidado, pero el conjunto se fue venciendo hacia una cierta desmesura, un apresuramiento que le privó de la claridad que requiere. Fue una versión apasionada en el discurso, pero a la que le falta madurar el concepto y, a partir de ahí, interiorizarse un poco más. Así se clarificarán mejor las texturas, aunque sea verdad que a la Orquesta de Valencia parece faltarle equilibrio entre unas cuerdas correctas, unas maderas tímidas y unos metales que tienden a confundir brillantez con acritud, lo que se notó en los resultados. Sensacional la trompa María Rubio que las dio todas, y de qué manera, en el Andante cantabile.
Babelia
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