Hipocresías
¡Qué conmoción social, la chiquillada en Jerusalén! Pero, ante la seriedad religiosa de Jesús y su mensaje ¿no lo es la de aquellos que se encelan por el valor sagrado de la Tierra, la Ciudad, los lugares, los símbolos, sin conmoverse tanto ante la devaluación de las personas como tales? La histórica chiquillada religiosa por aquellos lares y por otros, es celoso infantilismo con el que allí, y por doquier, y de otros modos, chocan las religiones y "jugamos" con lo único santo y sagrado para Dios: sus hijos por doble partida: por ser Padre y por haberse identificado Jesús, el Hijo, con nosotros.
Lamentada la chiquillada en cuestión, a los reflejos de la Luz del Evangelio ¿no será lo de Maragall y Carod, un guiño de humor crítico del Espíritu como eco profético contra otros gestos y fotos mucho más repetidos y difundidos en los que, lo verdaderamente sagrado para Dios y para muchos, queda reducido a chiquilladas de proselitismos, ostentaciones y vanidades infantilizadas?
Hay usos ridículos de coronas de espinas y de gestos en lugares considerados santos y sagrados, pero evangélicamente ¿no lo son los usos de otras refulgentes coronas, de ostentosas hopalandas y capisayos sagrados, de pectorales de cruces enjoyadas, la sustitución, en la Iglesia, de piedras vivas por las de cantera? Temerario sería decir esto, si no fuera porque el Evangelio repite: "¡Ay de vosotros letrados y fariseos hipócritas...!" (Mt. 23).
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