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Reportaje:

"¡No me remates!"

Los dos 'mossos' declaran en la Audiencia por el intento de asesinato que sufrieron en 2001 a manos de Brito y Picatoste

"¡No me remates!". Ésa es la expresión que le dijo hace cuatro años el agente de los Mossos d'Esquadra Eduardo Cosculluela al delincuente Francisco Javier Picatoste, segundos después de que le disparase, le dejase malherido en el suelo y le arrebatase su pistola. El policía salvó su vida y sigue en activo con una bala alojada en la columna vertebral. Su compañero de patrulla, Xavier Murillo, también sobrevivió al tiroteo, pero quedó parapléjico.

Los dos policías acudieron ayer a la Audiencia de Barcelona a declarar como testigos en el juicio que se sigue en la Sección tercera contra Manuel Brito y contra Picatoste, que en 2001 protagonizaron una espectacular fuga que duró 32 días y que se saldó con el intento de asesinato de los mossos, el crimen de un joven y la violación de su novia, según la físcalía.

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El tiroteo de los policías ocurrió el 14 de octubre de 2001 a la entrada del hospital Arnau de Vilanova de Lleida, donde había sido trasladado Brito desde la cárcel de Ponent, situada a unos 1.000 metros, tras simular una fractura en el brazo. A la salida le esperaba Picatoste, con quien había coincidido en prisión y quien aprovechó un permiso para no regresar y planificar la fuga. Cuando los agentes iban a introducir a Brito en el vehículo policial, Picatoste disparó contra ellos, les robaron sus armas y huyeron.

"Fueron disparos a quemarropa, supongo que para asegurar el tiro, y no tuvimos tiempo de reaccionar", dijo el agente Cosculluela. "Recuerdo a mi compañero chillando, yo perdí el conocimiento y desperté al cabo de cinco días", relató Murillo. El primero llevaba tres años en el cuerpo y el segundo era un agente en prácticas que hacía tres meses y medio que vestía el uniforme. Su caso sirvió para cambiar la ley y equiparar los derechos de los policías en prácticas con los del resto de sus compañeros. A raíz de este caso, además, se cambió el protocolo de traslado de presos de la cárcel de Ponent al hospital para aumentar la seguridad.

En aquella época, explicaron los policías, tenían que dejar el vehículo aparcado sobre la acera. Brito, además, no iba esposado porque le habían colocado una escayola que él mismo se extrajo al huir. Los abogados de los policías sostienen que sus clientes nunca debieron realizar el traslado de este preso, porque no estaban especializados y eran agentes de patrullaje. Además, sostienen que ningún superior les informó de la pleigrosidad de Brito, que cumplia condena por homicidio.

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La declaración de los policías fue precedida por la de la testigo protegido 555, la mujer que supuestamente violó Brito tres días antes de su detención. Fue una declaración a puerta cerrada, pero su abogado, José María Fuster-Fabra, explicó que lo había hecho con "coraje, entereza y valentía". Brito lo confesó casi todo en su declaración del pasado lunes, excepto la violación, aunque la mujer relató los detalles de cómo se produjo y explicó que los dos acusados dispararon contra su novio, Sergio Martínez More, cuando estaban juntos en un vehículo en la sierra de Collserola.

El padre de la víctima también declaró en el juicio y acabó expulsado de la sala de vistas al responsabilizar a la doctora de la cárcel de la muerte de su hijo por autorizar el traslado de Brito al hospital. Los mossos coincidieron en señalar que cuando llegaron al centro y sin realizar ninguna exploración al preso, otro médico cuestionó la necesidad del traslado porque se trataba de un simple esguince.

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