Disentir
Estoy de acuerdo con Bárbara Dührkop (entrevista de EL PAÍS del sábado 21 de mayo) en que ni su marido, Enrique Casas, ni ninguna otra víctima del terrorismo están siendo traicionados por la propuesta de diálogo que Zapatero puso sobre la mesa del Parlamento el otro día. No estoy de acuerdo, sin embargo, con su comentario acerca de las críticas que Rosa Díez, Nico Gutiérrez y Maite
Pagazaurtundua han dirigido a la actuación de su partido, el PSE, en el País Vasco. Dührkop dice: "En mi familia política la ropa se lava dentro de casa", y ofrece tres opciones a los discrepantes: discutir sus opiniones dentro del partido, callar si pierden la discusión (como parece que es el caso de los tres "bichos raros" del socialismo vasco), marcharse "a casa" si la derrota es inaceptable.
En esta opinión, Dührkop no se diferencia de la mayor parte de los apóstoles de la disciplina de partido, que dominan en todos los partidos a pesar de que a la vez intentan dar la imagen pública de que disentir es posible y bueno. Pero cabría suponer que la libertad de disentir es uno de los rasgos esenciales de la democracia; e incluso podría llegar a pensarse que el nuevo "talante" de Zapatero la incluye, si disponemos de una cierta dosis de ingenuidad. Claro está que la disciplina de partido no siempre se corresponde con el carácter democrático, y las palabras de Bárbara Dührkop se limitan a destacarlo una vez más: lo de disentir se queda en casa, para que los ciudadanos que no somos miembros del partido pero que, qué cosas, tenemos el derecho de votar de vez en cuando, no nos enteremos de que hay gente que no está de acuerdo con todo lo que el partido hace. No vaya a ser que tengamos la misma opinión que los que disienten y pensemos que, por eso mismo, sigue mereciendo la pena votar al partido que les permite disentir.
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