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Reportaje:

Una isla de carencias en pleno centro

La barriada García Grana de Málaga alberga casas en condiciones dramáticas: humedad extrema y peligro de derrumbe

Javier Martín-Arroyo

La humedad en el pasillo de Remedios Zaragoza ha creado una capa de hongos que tiñe de negro sus paredes. Las grietas son tan gruesas que parecen avisar de un derrumbe inminente. El ambiente es irrespirable. "Mi padre y hermano padecieron del pulmón, y los niños deben acudir al médico cada cierto tiempo. Aquí pisamos cucarachas voladoras con demasiada frecuencia". Remedios cuenta que la primavera siempre hace que mejore el ambiente, pero la luz eléctrica sigue sin soportar tal grado de humedad, y el automático termina por saltar.

En el crecimiento desordenado de una ciudad siempre se crean bolsas de pobreza que los nuevos barrios terminan por absorber. De vez en cuando se forman islotes entre las urbanizaciones y zonas verdes. La barriada de García Grana, en pleno centro de Málaga, es uno de estas islas que chapotean en el olvido y la exclusión social. "Casi nadie la atraviesa porque no coge de paso", apunta José Rodríguez, vecino de la zona, cercada por el antiguo matadero municipal y la vieja prisión provincial.

Entre el barrio de Carranque y Los Palomares, muchas viviendas mantienen condiciones muy precarias, dramáticas para algunos de sus 2.000 vecinos, que soportan una tasa de paro del 70%. La barriada se declaró de actuación preferente en 1996, y pese a que en 2003 se entregaron la mitad de las 500 nuevas viviendas previstas, aún está pendiente de construir la otra mitad. Por el momento, sin fecha de inicio, según el Ayuntamiento.

Tras la última concentración de los vecinos el pasado viernes, la reacción no se hizo esperar. Sólo media hora después, la concejal de Bienestar Social, María Victoria Romero, anunciaba que las obras para reparar las viviendas en peores condiciones comenzarán mañana. "Serán reparaciones sin límite presupuestario", declaró Romero. Los vecinos desconfían y dicen tener razones de sobra para ello. "Es sencillamente falso. Ya han venido antes y es una rutina más. Llegan, montan los andamios, hacen un parcheado, y se van. En las viviendas nunca entran". Juan Carlos Gámez, de la asociación de vecinos del barrio, denuncia que la aluminosis de los edificios es sólo una parte del problema, junto a la delincuencia y la droga, y que han convertido al barrio en un polvorín. "Nuestros niños conviven con las ratas y los escombros. Esto es una olla a presión que va a explotar y de momento sólo la estamos conteniendo", añade.

Ángela Ortega llegó al barrio en 1959 y vive con otros siete familiares en un oscuro piso bajo. Relata incrédula que ha escrito pidiendo ayuda al Defensor del Pueblo, al alcalde y a la concejal. Siempre sin respuesta. "Se cachondean de nosotros", clama mientras enseña su vivienda. En su casa, cualquier rincón es estudiado para alojar un sofá, una cama, o aparatos que se amontonan para cubrir las necesidades de una familia, que más que unida, es una piña.

Las cornisas de las viviendas están desprendidas, los pilares agrietados, y un breve paseo por el barrio denota el claro abandono que padece. "La única manera para que nos reciban es cortando las carreteras. Pues las volveremos a cortar", avisa Gámez. El concejal de Izquierda Unida José Luis Portillo pedirá en el próximo pleno municipal un plan de choque de limpieza, nuevas instalaciones deportivas, equipamientos sociales y culturales, además de la necesaria reparación en el interior de las viviendas más antiguas. "Nos parece inconcebible que esta situación de insalubridad, que no se merecen los ciudadanos, continúe después de tantos años", afirmó Portillo, quien denuncia que la zona soporta una tasa de fracaso escolar superior al 50% y un 20% de analfabetismo. "Hay que sacarla del ostracismo en que se encuentra", critica.

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En 1998 la alcaldesa Celia Villalobos intentó acometer el derribo de la barriada ante el deterioro que sufría, pero finalmente el Ayuntamiento firmó un convenio con la Consejería de Obras Públicas para su rehabilitación y traslado de los vecinos a nuevas viviendas, de las cuales se han construido sólo la mitad. "Después de 47 años, la situación de desgobierno es un escándalo que pasará factura. Los vecinos nos sentimos engañados", denuncia Gámez.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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