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Entrevista:HABLEMOS DE MADRID

"Nadie entiende que trabaje sin cobrar"

Soledad Alcaide

Enrique Sánchez tiene dos vidas. De lunes a viernes es funcionario del Ministerio de Medio Ambiente y, en cuanto tiene tiempo libre, se viste con unas botas, un pantalón oscuro y una camiseta naranja y se convierte en un naranjito. Con este nombre se conoce a los voluntarios de Protección Civil, una organización que cuenta con unos 1.400 trabajadores altruistas que apoyan la labor de los funcionarios del servicio de emergencias Samur, que llevan uniforme amarillo.

Él, que lleva ocho años, es uno de los más veteranos, pues la media de permanencia de los voluntarios está en dos. Como casi todos sus compañeros, guarda en su memoria recuerdos terribles del 11-M. Pero en el estadillo de asistencia de su oficina consta que ese día lo tomó libre por asuntos propios.

"Siempre pasas por una fase de Rambo. Pero luego lo que te llena es dar tu tiempo"
"Hay gente que piensa que vas a lo pequeño. Pero yo me he comido mis 'marrones"
"A mí me gusta ayudar. Pero es que aquí yo también he recibido muchas cosas"

También celebró Año Nuevo en Indonesia, donde viajó tras la catástrofe del maremoto, que provocó miles de víctimas. Y aún recuerda con orgullo cómo los soldados estadounidenses los diferenciaban del resto por haber sido el servicio de Protección Civil que había trabajado en los atentados del 11-M. Les llevaban a las víctimas, sin la supervisión previa de sus equipos médicos. Pero para el ministerio en el que trabaja cada mañana fueron días de vacaciones. Y él está muy agradecido a sus jefes, que lo dejan marchar sin poner pegas y sí todo tipo de facilidades. "Hay empresas que no lo entienden y es lógico. Porque esto es bonito, no cobro un duro y es altruista. Pero yo no como de aquí", dice.

Sin embargo, esa generosidad para regalar su vida no le ha convertido precisamente en un héroe entre sus allegados. "Nadie entiende que trabaje sin cobrar", cuenta. "Creen que soy un soso y me preguntan: '¿Qué haces perdiendo el tiempo?". Ni siquiera sus padres y hermanos -es soltero- aceptaron muy bien que se marchara a Indonesia. "Para ellos fue un disgusto y casi me dejaron de hablar", cuenta.

Porque es difícil comprender qué anima a una persona a dedicar sus días libres a subirse en una ambulancia y ser testigo de las tragedias que vive la ciudad a través de los heridos de bala, de navaja, de accidentes, peleas..., mientras uno se ocupa de la iluminación bajo la que trabajan médicos y enfermeras, y de vez en cuando tiene la oportunidad de ayudarles, cargando jeringuillas, acercando el suero o limpiando heridas.

Sobre todo, es difícil comprender por qué se repite un día y otro, y al siguiente fin de semana, y durante ocho años. "Satisfacción personal, ante todo. Es lo que más engancha", explica Sánchez. "Siempre pasas por una fase de Rambo en la que lo que te tira es la adrenalina. Pero eso se pasa, y sigues viniendo, porque lo que te llena es dar tu tiempo".

A Enrique Sánchez se le ilumina la cara, mientras trata de expresar lo que no puede contarse con palabras: "Cuando la gente de la calle te da las gracias...". Pero no las víctimas de casos graves, dice, sino las otras, las de las cosas que son sencillas. "Esa señora mayor que se ha caído y apenas tiene una heridita, no sabes cómo te agradece que la ayudes", cuenta. Luego mira a lo lejos y apostilla: "No tiene mucha explicación. Lo haces o no lo haces".

Pero insiste en hacerse entender: "A mí me gusta ayudar. Pero es que aquí yo también he recibido muchas cosas: una formación sanitaria, sin que me cueste un duro; los compañeros; la experiencia de vivir, de echar una mano... A veces te pones a ayudar a un médico y él te va explicando, así, porque le sale, por qué hace esto, por qué ahora pone lo otro. Y esto se hace así... Y miras, y vas aprendiendo", cuenta.

Ante todo están los compañeros. Muchos de ellos convertidos al cabo de los años en amigos. "Tenías que venir un día en la ambulancia. Verías que es una piña", asegura.

Hace una pausa y cuenta una anécdota que guarda de Indonesia: "Llevábamos todos una bandera de España en la camiseta, que servía para identificar al grupo. Pero el compañero que me hizo un día el relevo la había perdido. Le di la mía y, luego, la partimos por la mitad. Desde entonces, cada uno guardamos un trocito. Pero no es por patriotismo, ni nada. Es por amistad".

Pronto encuentra otro ejemplo: "Ahora he estado enfermo un mes, con neumonía. Y si no he tenido dos o tres llamadas a la semana de compañeros de aquí para preguntarme cómo estaba, no he tenido ninguna. Y gente de lo más dispar", prosigue.

Junto a las cosas buenas, también ha tenido que ir haciendo callo para no quedarse con las malas. Aún recuerda cuando era novato. "Antes de subirte a una ambulancia hay una formación de seis meses los fines de semana", explica. Según la normativa de la Comunidad de Madrid cada voluntario debe pasar varios módulos de técnico en emergencias, donde aprende desde hacer vendajes hasta a dar soporte a una UVI. La mayoría de las cosas, asegura Sánchez, "están a la orden del día" en el trabajo que desempeñan después. "Sobre todo si vas con el coche de catástrofes", apostilla.

"Yo empecé a salir en ambulancia enseguida, acompañado de dos que ya estaban en activo. Porque toda la formación es dinámica y muy activa. La primera vez que monté en ambulancia era un servicio especial, de apoyo de un acto en el estadio Bernabéu. Pero se suspendió y el jefe nos envió al operativo ordinario", cuenta. Su primera noche acabó convertida en una pesadilla, pues enseguida tuvieron que asistir a una persona que sufría insuficiencia respiratoria. Él sólo pudo mirar. "Menos mal que iba con dos compañeros, porque el que casi se muere fui yo", explica. Al mismo tiempo, le dio tal subidón de adrenalina, que nada más bajar de la ambulancia se apuntó a otro servicio.

Aunque Enrique Sánchez adora su trabajo de voluntario, asegura que nunca ha querido que éste fuera su medio de vida, como ha visto hacer a otros compañeros, que empezaron de voluntarios de Protección Civil y hoy trabajan en el Samur. "Si lo profesionalizara, igual no daba tanto entusiasmo y tantas ganas", se plantea.

En este tiempo le ha dado para reflexionar sobre lo diferente que le resulta a las personas adaptarse al papel de voluntario. Muchos pierden el concepto de lo que están haciendo. "Hay gente que es médico y viene de voluntario, pero no deja de ser médico y tampoco de ser un voluntario", explica. "Hay que saber quedarse en el papel que tienes, y distinguir que aquí venimos a apoyar. No puedes pretender suplantar a otro, porque nosotros no somos el Samur".

Y continúa: "Yo estoy en Protección Civil por una labor de apoyo y de ayuda. Y me la pedirán cuando la necesiten, no hay por qué ser un plasta".

Después de los años, se ha dado cuenta de que se ha ido volviendo más tranquilo. "Lo ves todo desde otra óptica y te das cuenta de que si se nota tu presencia en la intervención, es que lo estás haciendo bien", asegura. "Si te ven, entonces te piden cosas y eso es que estás ayudando".

Aunque sabe que el trabajo del voluntario no es el más importante de quienes van en la ambulancia, matiza que es un mito que su esfuerzo sea pequeño. "Hay gente que piensa que de voluntario vas a las cosas pequeñas. Pero yo me he comido mis marrones", asegura.

Porque cuando hay una emergencia, no va el grupo más cualificado, sino el que está más cerca. "Es lógico, mandas la ambulancia más cercana, porque siempre te da una visión de lo que pueda estar ocurriendo", cuenta desde la perspectiva de haber sido jefe de un equipo de intervención. "Luego ya vendrá la caballería si hace falta. Nosotros somos sólo ambulancias de soporte vital básico". Pero sin su generosidad, el servicio no daría abasto.

ENRIQUE SÁNCHEZ

Desde hace ocho años, Enrique Sánchez, de 45, además de ser funcionario del Ministerio de Medio Ambiente, trabaja como voluntario en Samur- Protección Civil, donde ha estado en todo el escalafón. Durante un tiempo fue jefe de un equipo de intervención y a principios de año viajó a Indonesia, devastada por el maremoto.

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 

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