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Crítica:ÓPERA | 'Orfeo'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fascinante

En A Coruña se hace hincapié estos días en el tema del vestuario para la ópera. Hasta el libro de Albert Recinet sobre la historia del vestido aparece en el escaparate de una de las librerías importantes de la ciudad. De vestuario -y de escenografía- sabe mucho Pier Luigi Pizzi. Lo ha vuelto a demostrar con motivo del estreno en España de la ópera Orfeo (1672), de Antonio Sartorio, con libreto de Aurelio Aureli, en una producción de 1998 procedente del festival barroco de Fano. Duró poco aquella asombrosa aventura, pero A Coruña ha podido contemplar dos de sus espectáculos más emblemáticos: Los amores de Apolo y Dafne, de Cavalli, el año pasado, y este Orfeo de Sartorio durante estos días, convirtiendo el teatro Rosalía de Castro en una especie de hermano del teatro de La Fortuna.

Orfeo

De Antonio Sartorio. Orquesta Sinfónica de Galicia. Dirección musical: Alberto Zedda. Dirección de escena, escenografía y vestuario: Pier Luigi Pizzi. Estreno en España. Teatro Rosalía Castro. A Coruña, 20 de mayo.

El espectáculo es maravilloso y permite asomarse, desde la sensibilidad actual, a aquella Venecia teatral esplendorosa de la segunda mitad del XVII (entre 1637 y 1678 se dieron en nueve teatros de la ciudad de los canales más de 150 óperas, según recuerda Jorge de Persia en el programa del festival) con el género lírico perfectamente consolidado en la sociedad y reconocido por los estudiosos tras los logros magistrales de Monteverdi y Cavalli. Orfeo, de Sartorio y Aureli (venecianos), entra ya en una de esas fases de madurez en que el público sabía lo que quería. "Espectáculos ágiles, tramas movidas y muchas arias de fácil escucha para poder apreciar el virtuosismo sonoro de sus propios ídolos, además de espectaculares cambios de escena y efectos especiales", como ha señalado Federico Agostinelli, autor de la edición crítica. Nadie mejor que Pizzi (veneciano de adopción) para recrear este mundo de ensoñaciones desde un planteamiento culto y multidimensional, que contempla aspectos arquitectónicos, geométricos, pictóricos y mitológicos.

El escenario está dominado por un círculo central que alberga otro más pequeño con diferente centro y un semicírculo en la parte superior. Se busca el magnetismo, la concentración. Pizzi pone su imaginación y sus conocimientos al servicio de la obra, en una fantástica colección de trajes, desde el del centauro al de la nodriza, con colores y formas que se integran en la acción al mismo nivel que el gesto o el movimiento, a veces con cierto aire de revista, pero otras atendiendo con prioridad al lamento o al desarrollo de los afectos. Todo es de una belleza embriagante. Pizzi se deleita en el placer de complacer desde la meticulosidad. Envuelve, deslumbra, seduce y... emociona.

Alberto Zedda sigue desde el podio las peculiaridades de la fábula con una dirección insinuante y detallista. La Sinfónica de Galicia responde con primor a sus indicaciones. Los cantantes echan el resto. Todos, sin excepción. El público contempla y escucha fascinado lo que se le está ofreciendo, con ese silencio poderoso del encantamiento. Al final estalla en aclamaciones interminables. No es para menos. Este Orfeo, heredero del de Monteverdi y lejano predecesor del de Gluck, es un espectáculo representativo de un tiempo histórico y artístico.

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