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Columna
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Reventar el sistema

Desde casi la misma noche del 14-M la dirección nacional del PP se embarcó en una operación de deslegitimación del resultado electoral, que ha sido reiterada en la intervención de Mariano Rajoy en el recién celebrado debate sobre el estado de la nación, en el que le espetó al presidente del Gobierno que había llegado a serlo por el 11-M. De ahí que la estrategia del PP esté dirigida a acortar la legislatura y a crear las condiciones que obliguen a convocar elecciones anticipadas.

El resultado electoral del mismo 14-M en Andalucía es un obstáculo que se ha interpuesto en el camino de esa estrategia deslegitimadora desde el primer momento. ¿Cómo explicar el resultado andaluz a la luz del 11-M? ¿Cómo explicar que se produzca una transferencia de diez escaños del principal partido de la oposición al partido que lleva gobernando más de 20 años? Si las elecciones autonómicas que hubieran coincido con las generales hubieran tenido lugar en la comunidad autónoma de La Rioja, no hubiera sido posible extraer conclusiones significativas de sus resultados. Pero Andalucía no es La Rioja y sus resultados electorales no pueden dejar de ser tomados en consideración. El cambio de tendencia electoral en España es perfectamente congruente con el que se produjo en Andalucía. De ahí que para la dirección nacional del PP el problema pasara a ser el siguiente: si no es posible deslegitimar el resultado electoral del 14-M en Andalucía, ¿cómo es posible deslegitimarlo en España?

Lo ocurrido esta semana en el pleno no ha sido un acto aislado, sino que ha sido la culminación de una estrategia

Este interrogante viene obsesionando a la dirección del PP desde esa única pero doble jornada electoral. ¿Cómo dar credibilidad a su estrategia de deslegitimación de los resultados electorales del 14-M a escala estatal si no pueden poner en cuestión la legitimidad de los resultados andaluces? ¿Cómo puede disponer de una estrategia estatal si ésta no es coherente con su estrategia en Andalucía? Y ¿cómo se puede articular una estrategia de deslegitimación en Andalucía cuando los resultados electorales han sido tan inequívocos?

Parece claro que ni la dirección nacional ni la direccción andaluza del PP han sido capaces de encontrar una respuesta a estos interrogantes. Andalucía sigue siendo un obstáculo que se interpone en el camino de los populares para la recuperación del poder. Y un obstáculo que, por lo que se ve, resulta insalvable.

Ésta es la razón por la que la dirección del PP ha renunciado a hacer política en nuestra comunidad autónoma y ha decidido poner en práctica una estrategia de reventar el sistema político andaluz. Si se reflexiona sobre lo que ha venido ocurriendo desde el comienzo de la legislatura, se comprobará que la dirección andaluza del PP se ha dedicado de manera permanente y sistemática a boicotear la vida parlamentaria en todas sus formas de manifestación.

Lo ocurrido esta semana en el pleno de la Cámara no ha sido un acto aislado, sino que ha sido la culminación, por el momento, de una estrategia que se ha venido siguiendo de manera sistemática. Puesto que no se puede deslegitimar el resultado electoral, se trata de hacer imposible el funcionamiento en la práctica de las instituciones representativas resultantes de dicho resultado electoral, sean estas gubernamentales o parlamentarias, deslegitimando de esta manera el conjunto del sistema político andaluz.

¿Por qué se autoexcluyó el PP de la negociación de la reforma del reglamento parlamentario, que aumentaba las facultades de los partidos de la oposición y reducía las del partido del Gobierno? ¿Por qué se autoexcluyó de la aprobación parlamentaria de las medidas de impulso democrático después de haber participado en su negociación aparentemente de buena fe? ¿Por qué ha decidido boicotear la celebración de un pleno con una conducta que únicamente podía conducir a que la presidenta tomara la decisión que tomó? ¿Hubieran tolerado Federico Trillo o Luisa Fernada Rudí o cualquiera de los presidentes de cualquier parlamento autonómico una conducta como la de los parlamentarios andaluces esta semana? ¿Por qué, tras haber sido valorada negativamente su conducta de manera unánime por todos los medios de comunicación, incluidos los que siempre lo apoyan, siguen defendiendo dicha conducta y advirtiendo que tendrán comportamientos similares en el futuro? ¿Cómo cabe interpretar la amenaza de Javier Arenas de que ahora encargarán "pegatinas"?

El PP ha decidido no comportarse como un partido político sino como una pandilla. Los términos en que se expresan Javier Arenas, Antonio Sanz, Esperanza Oña y otros son los de unos matones de extrema derecha y no los propios de los dirigentes de un partido que espera ser algún día partido de gobierno. El PP ha dejado de ser portador de un programa para la sociedad andaluza, para convertirse en una suerte de partido extraparlamentario, que ha perdido toda esperanza de convencer mediante el uso de la palabra.

A la luz de lo ocurrido hasta ahora no es difícil pronosticar cual va a ser la conducta del PP en el momento en que se tenga que negociar la reforma del Estatuto de Autonomía. El centro-derecha andaluz se autoexcluyó del momento estatuyente originario y tal autoexclusión todavía la está pagando. Debe pensarse dos veces si se autoexcluye del proceso estatuyente derivado, esto es, del proceso de reforma, porque puede tener un coste no menor. En democracia las estrategias desesperanzadas no suelen conducir a ninguna parte. Y mucha deseperanza y muy poca confianza en uno mismo hay que tener, para comportarse de la forma en que los populares lo vienen haciendo en Andalucía. Si no se respetan a sí mismos, ¿cómo va a pretender que los respeten los demás?

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