Sardinas fritas en el cabo de Gata

Horizontes volcánicos, aroma de pueblo y colorista mezcolanza humana: la esencia del cabo de Gata. Como sucede en el pintoresco Rodalquilar, con sus casas blancas, calles polvorientas y ruinas de las viviendas de los trabajadores de las antiguas minas de oro que presiden el pueblo. Aquí el alojamiento más estimulante lo ofrece el cortijo El Campillo, ubicado en plena naturaleza, en la carretera que une Rodalquilar con Los Albaricoques. Aprovechando la cercanía, vale la pena visitar el abandonado cortijo del Fraile, en medio de un desolado páramo, donde sucedieron los trágicos hechos del 22 de julio de 1928 que inspiraron las Bodas de sangre, de García Lorca.

Si la calurosa excursión nos empuja a relajarnos, recalamos en La Tasquilla, restaurante con terraza de bancos de madera, que con la medianoche muta en animado bar de copas, y donde el donostiarra Javier Zurutuza y su mujer, la riojana Elena Torres, a los fogones, nos ofrecen una cuidada cocina de mercado. También uno se siente como en casa en la taberna del Faro, bar a las afueras de Rodalquilar donde se puede saborear un estupendo chili con carne o uno de los reconfortantes guisos que prepara Chona.

Paellas y pescado fresco

Si el antiguo pueblo minero y su Playazo se nos quedan pequeños, a pocos kilómetros de Rodalquilar te topas con las Negras. En la mismísima orilla del mar sobresale el bar El Manteca, con sus sabrosas paellas, muy solicitadas los domingos. Para saborear el pescado fresco, el bar La Palma, también frente al mar. Si la velada se alarga, el chiringuito de la playa, que sólo abre en verano.

Desde las Negras parte la ruta -de algo más de una hora por trayecto- por un camino de tierra que se adentra en la montaña y lleva a la cala de San Pedro, con cuevas y ruinas habitadas por hippies. Se puede realizar la excursión en barca, bordeando la costa rocosa: preguntando en la playa y por unos euros, los pescadores nos llevan hasta el apartado lugar.

Más hacia el este y siguiendo el litoral, se llega hasta Aguamarga y sus mejores playas, las calas del Plomo y de Enmedio, y un poco más allá la concurrida playa de los Muertos, formada por diminutas piedras que no arrastra el levante cuando éste se pone furioso.

Desde Rodalquilar, y en dirección a la isleta del Moro, aparece un promontorio junto al mar: el mirador de la Amatista, con una vista espectacular, cruda aridez y azulísimo mar. Una de las joyas mejor guardadas del parque es una asociación cultural, Jolly Rouge, conocida como el bar de Jo, todo un personaje que regenta un establecimiento peculiar. Bastará con preguntar por la zona para llegar: todo el mundo lo conoce.

Siguiendo por la misma carretera llegamos a la masificada localidad de San José. Allí, para comer: El Otro Parque, el mejor restaurante italiano de la zona. Luciano, su cocinero, no tiene rival, y su amabilidad inagotable es otro de los alicientes.

Desde San José y por una carretera de tierra se accede a las playas del Barronal, cala Amarilla, cala Carbón, los Genoveses y Monsul, inmortalizada en spots, películas y videoclips del paisano David Bisbal. Hacia el oeste se encuentra el mismísimo cabo de Gata, el punto más suroriental de la península Ibérica: el mejor palco de todo el parque para contemplar la puesta de sol. Y para redondear el momento, unas sardinas fritas en la terracita del bar La Estrella (en la Fabriquilla).