Berlusconi sugiere su retirada a segundo plano para ganar las elecciones de 2006
"No aceptaría por nada del mundo concluir mi aventura con una derrota", dice 'Il Cavaliere'
Silvio Berlusconi ha iniciado la campaña para las elecciones de 2006. Parte en las peores condiciones, con la economía en recesión y su popularidad personal bajo mínimos, pero guarda ases en la manga. Berlusconi sugirió que el candidato a la presidencia del Gobierno podría ser otro. Él se reservaría el liderazgo de la derecha, a la espera de convertirse en presidente de la República. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera, dijo, con tal de evitar una victoria del centro-izquierda. "No aceptaría por nada del mundo concluir mi aventura humana con una derrota", declaró.
La jornada de ayer fue un ejemplo de la hiperactividad que Berlusconi piensa desplegar hasta que, en mayo del año próximo, concluya la legislatura. Por la mañana arengó a sus militantes y a sus aliados, con una encendida defensa de la necesidad de disolver los actuales partidos, incluido el suyo, Forza Italia, del que comentó que estaba "viejo", para fundar una gran formación que agrupara a todo el centro-derecha bajo su mando. Por la tarde se reunió con sus ministros económicos y recibió, en una cumbre que no se veía desde hacía mucho tiempo, a los líderes de la patronal y de los sindicatos para ofrecerles diálogo en una situación de crisis económica aguda.
Lo más urgente es atajar la sangría de las cuentas públicas. El déficit rondará en 2005 el 3,7% del PIB y, con las actuales proyecciones, superará el 4,5% en 2006. La Comisión Europea ya tiene listo el expediente que abrirá a Italia por déficit excesivo, y las agencias de calificación de deuda se plantean penalizar con intereses más altos al país que, en este momento, presenta el peor cuadro macroeconómico de la UE.
Antes de la cumbre del Gobierno con Confindustria y los sindicatos, Il Cavaliere se entrevistó con dos representantes de Moody's, la principal agencia internacional de calificación de deuda, para rogarles un margen de confianza hasta el próximo presupuesto.
Frente a lo urgente -la economía- se planteaba lo importante -la victoria electoral en 2006- que Berlusconi consideraba imprescindible para no verse sometido a "la revancha de los comunistas". Por la mañana, ante una convención de la Casa de las Libertades, la coalición del centro-derecha, lanzó una sugerencia inaudita: "¿Y si la izquierda se encontrara dos meses antes de las elecciones con un candidato distinto a Berlusconi? ¿Qué podrían hacer ante un candidato nuevo, limpio, después de tantos años de demonizar a Berlusconi?".
La estrategia del recambio estaba unida al proyecto del partido único de la derecha "pedido por el 99% de los electores". "Soy favorable", declaró, "a la hipótesis de establecer un doble liderazgo para la Casa de las Libertades, con una persona al frente de la coalición y otra, como candidato a la presidencia del Gobierno".
No citó nombres ni funciones, pero la audiencia entendió que Berlusconi sopesaba la posibilidad de hacerse temporalmente a un lado para ceder el Gobierno a alguien con una imagen menos baqueteada, muy probablemente el presidente de la Cámara, Pierferdinando Casini. Si Casini venciera, el siguiente paso sería automático. La primera misión de la mayoría parlamentaria surgida de las próximas elecciones consistirá en elegir un nuevo presidente de la República, ya que el mandato de Carlo Azeglio Ciampi expira en junio de 2006. El nuevo presidente, reforzado por el hecho de ser a la vez líder de la coalición en el gobierno, sería Silvio Berlusconi.
Para que este plan fuera factible, resultaba necesario salir del marasmo económico. O, al menos, disimularlo. Los sindicatos, en pie de guerra porque el Gobierno se resiste a aumentar los sueldos de 3,2 millones de funcionarios estatales, acudieron a la cumbre de ayer con muy pocas esperanzas y con la impresión de que, con el diálogo roto durante más de un año, cualquier oferta llegaba tarde. Pero Berlusconi les tranquilizó prometiéndoles una nueva reunión, la semana próxima, exclusivamente dedicada a los funcionarios.
La patronal, cuyo presidente, Luca Cordero di Montezemolo, es considerado un potencial presidente de Gobierno técnico tanto por la derecha como por la izquierda, también acudió escéptica. "La economía italiana se frenó a mediados del año pasado, la producción industrial baja desde hace cuatro, perdemos mercados rápidamente y el Gobierno no puede seguir echándole la culpa al euro y al petróleo", declaró Montezemolo, quien recibió como prueba de buena voluntad gubernamental una inminente reducción del Irap (un impuesto sobre las empresas que, de todas formas, la Unión Europea ha declarado ilegal), y "un proceso de diálogo".
Montezemolo, presidente de Fiat y de Ferrari además de líder patronal, aprovechó la ocasión para introducir en el Palacio Chigi y exhibir ante ministros y fotógrafos el último modelo de Fiat.
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