El CSKA estrena el palmarés ruso
A Vagner Love se le conoce por su afición goleadora, aunque el apodo inglés le proviene de una noche loca, cuando jugaba en Brasil, y su entrenador le pilló ocupado en su habitación con una hincha del equipo. Futbolísticamente es un brasileño atípico: controla defectuosamente el balón, no tiene mucho arte, pero siempre anda alrededor del gol. El CSKA le adora, por lo segundo y le perdona lo primero. Además, tiene suerte. Ayer lo manifestó con toda la ingratitud que tiene el fútbol. Rogerio, a portería vacía, disparó contra el poste, la recogió el portero, sacó rápido y en un dos contra uno Vagner Love empujó el balón a la red. Era el 1-3 que sentenciaba la final de la UEFA cuando debía haberse producido un empate a dos goles que probablemente hubiera conducido a la prórroga. Rogerio había hecho mucho, por ejemplo, marcar el primer gol que parecía definitivo y también revolvió el medio campo con esa habilidad que los futbolistas brasileños tienen para que parezca que siempre pasa algo.
SPORTING 1 - CSKA MOSCÚ 3
Sporting de Lisboa: Ricardo; Miguel García, Beto, Enakarhine, Tello; Rogerio (Douala, m. 79), Moutinho (Viana, m. 86), Rochemback, Barbosa; Liedson y Sa Pinto (Niculae, m. 71).
CSKA Moscú: Akinfeev; Vasily Berezoutsky, Ignashevich, Alexei Berezoutsky; Odiah, Aldonin (Gusev, m. 85), Rahimic, Zhirkov; Vagner Love, Carvalho (Semberas, m. 81) y Olic (Krasic, m. 69).
Goles: 1-0. M. 29. Rogério, desde fuera del área, por la escuadra. 1-1. M. 56. Alexei Berezoutsky, de cabeza. 1-2. M. 64. Zhirkov, de disparo raso. 1-3. M. 74. Vagner Love, a pase de Carvalho.
Árbitro: Graham Poll (Inglaterra). Amonestó a Barbosa.
Unos 45.000 espectadores en el estadio José Alvalade.
El Sporting de Lisboa -con una Recopa de 1964-, jugando en su estadio Manuel Alvalade y procedente de una semifinal agonística ante el equipo revelación de la UEFA -los holandeses del AZ Alkmaa- lo tenía todo a su favor ante unos inexpertos futbolistas del CSKA, carentes de títulos continentales y a mitad de camino entre la vieja escuela soviética -impávidos ante cualquier contratiempo- y los nuevos tiempos continentales -el mestizaje y la improvisación-. Lo tenía todo el Sporting de Lisboa cuando cercó a un CSKA timorato y aburrido y, sobre todo, cuando Rogerio a la media hora enganchó un preciso zapatazo al borde del área que engañó al portero ruso. El jugador brasileño, ex del Corinthians, lograba su momento de gloria tras un mes de sufrimiento derivado por el secuestro de su madre en marzo en Brasil y su posterior liberación por parte de la policía. Todo parecía vendido. Pero el CSKA, el segundo equipo de Abramovich, más que equipo tiene suerte. Futbolistas tiene uno, Carvalho. El resto trabaja; pero la suerte la lleva como un aura. Así empató Aleksei Berezoutski, de espaldas a la portería, agachado, con los ojos cerrados, apartándose, tras un centro de Carvalho. El CSKA no había hecho nada ni en la jugada del gol que le devolvía al partido. Fue una casualidad tan grande que incluso el equipo ruso tardó en celebrarlo como si no se lo creyera, como si el árbitro lo hubiera invalidado por falta de combatividad, por injusticia manifiesta.
Pero entonces surgió el fútbol ruso. El CSKA es un equipo con una defensa solvente, basada en los hermanos Berezoutski, dos chicarrones infatigables, al viejo estilo, y de ahí parte un fútbol estandarizado que, eso sí, en condiciones favorables tiene argumentos para rematar a cualquier rival. Y lo hizo en el segundo gol, fantástico, de Zhirkov. El Sporting, espoleado por una derrota inesperada, por un público fiel y una ansiedad inevitable, se lanzó con corazón en busca de una juagada salvadora. Rochemback, por su nombre, dirigió las operaciones, lo cual no era una buena noticia para sus opciones futbolísticas. Ni el fútbol ni la suerte acompañaron al equipo luso. Falló un gol, para empatar, y recibió otro por su mala cabeza -jamás un defensa puede sostener a dos atacantes-. Ahí el CSKA -que lleva desde julio jugando en Europa- encontró su hueco, el hueco de la historia que le convierte en el primer equipo ruso que consigue un título continental. Su fútbol no pasará a la historia, su triunfo, sí.
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