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Columna
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Fiesta en el Palau

Se ha hablado estos días pasados de la contratación de Lorin Maazel como segundo director de la orquesta del Palau de les Arts. Todo cuanto tiene que ver con el Palau de les Arts provoca, de inmediato, la curiosidad de un buen número de personas. Hay un deseo natural de saber en qué parará este proyecto, que algunos ya juzgan admirable, y en el que llevamos gastados una importante cantidad de euros mucho antes de que se levante el telón.

La contratación de Maazel -uno de los grandes directores de orquesta actuales- ha despertado interés y ha producido, también, alguna disidencia. Quizá haya faltado, a la hora de dar a conocer la noticia, eso que llaman política de comunicación. Por una serie de circunstancias, la secretaria de Cultura, Concha Gómez, tuvo que anunciar el contrato de una manera, digamos, un tanto apresurada. Los apresuramientos, en política, suelen generar desconfianza. En este caso, además, el hecho vino a coincidir con el debut de Maazel como compositor de ópera, en un espectáculo que la crítica británica ha calificado unánimemente de deplorable. Los críticos de Londres han escrito palabras muy duras sobre la audacia del director que, algunos, han asociado a su edad.

Entre nosotros, no se ha llegado a tanto, pero sí se ha dicho que Lorin Maazel es un director que ya ha rebasado el ecuador de su carrera. En el mismo caso se encuentran las otras estrellas musicales que se anuncian para el Palau: el director Zubin Metha y el cantante Plácido Domingo. Ante estos nombramientos, los entendidos aseguran que no existe un proyecto de futuro para el Palau de les Arts, pues la edad de estas personas no lo garantiza. Lo cierto es que, desde un punto de vista estrictamente musical, nada de lo que rodea al Palau parece tener mucho sentido. Al menos, uno no acierta a verlo con los datos que se han hecho públicos y que son los únicos que podemos manejar a la hora de formarnos una opinión.

Pero, tal vez debamos hacer un esfuerzo y dejar a un lado la música, para entender lo que ocurre con el Palau de les Arts. Si aceptamos considerar su inauguración como un asunto estrictamente publicitario, es probable que tengamos una visión más acorde con la realidad. A mi juicio, lo que se pretende realizar en el Palau de les Arts, el próximo mes de octubre, es una campaña de publicidad. Eso, sí: una campaña extraordinaria, de una inusitada brillantez y repercusión.

Los nombres que hasta ahora se han barajado para el acontecimiento, Metha, Maazel, Domingo, representan mucho más que su calidad musical. Por ello, poco importa si están o no están en el mejor momento de su carrera. Esa es una cuestión secundaria y la opinión de los expertos, por respetable que nos parezca, cuenta poco en este caso. Lo que debe considerarse es el eco que la presencia de estos artistas en la gala del Palau tendrá en los medios de comunicación y que será, sin duda alguna, extraordinario. Tengamos en cuenta que lo que aquí se pretende es seguir alimentando esa imagen que sitúa a la Comunidad Valenciana en una pretendida vanguardia peninsular e, incluso ¿por qué no? europea. Es posible que haya personas que estén en desacuerdo con esta clase de publicidad, pero tengo la impresión de que el Gobierno se encuentra muy satisfecho con ella. Y, además, presumo que será muy efectiva.

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