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Reportaje:

Coherente, pero demasiado solemne

El 21º Festival de Poesía acaba con la emocionada desolación del palestino Ghassan Zaqtan y la sátira de Jaume Sisa

Víctor Obiols, que será el director del Festival Internacional de Poesia de Barcelona durante los próximos cuatro años, inició la última jornada leyendo el poema Primavera, de Segimon Serrallonga. Nicole d'Amonville Alegría (San Salvador, 1967) abrió fuego con los poemas de su libro Acanto (Lumen). La poesía de D'Amonville seduce de entrada por su sonoridad.

La voz grave e impasible de Ghassan Zaqtan (Belén, Israel, 1954) trasladó al público la desolación en que vive el pueblo palestino en las zonas ocupadas. Zaqtan nos impresionó con el poema Cuatro hermanas de Zakaria. Margarita Ballester (Barcelona, 1942) mantuvo en el aire la gravedad que había impuesto: "Queda la sort de l'hàbit de morir", rezaba el primer verso de Ballester, que vive retirada en Menorca desde hace años y que probablemente ha sido una auténtica revelación.

Carlos Marzal (Valencia, 1961) leyó algunos de sus mejores poemas: El origen del mundo y Color. Timur Zulfikarov (Tadjikistán, 1936), otra de las estrellas del festival, hizo una lectura salmodiante e hipnótica. En su dulce monotonía, la prosodia ondulante del poeta ruso, que se columpiaba en las vocales y arrastraba con fuerza las erres, sonaba como una larga interrogación.

María Baranda (Ciudad de México, 1962) leyó un poema largo, más apto para ser leído en soledad que recitado en público y que no suscitó demasiado entusiasmo entre el público. Jaume Sisa (Poble Sec, 1948) sí levantó los ánimos al saltar al escenario recitando su himno galáctico: "Habitant de terrestres confins, / lliurarem nostres somnis al vent". Sisa puso la nota festiva y satírica a un festival muy solemne. Recitó sin cantar las letras de las canciones de su último disco, El congrés dels solitaris, divirtió al público con sus invectivas contra la nova cançó, los pijos cocainómanos y gimnastas, y fue aclamado con una gran ovación.

Muhammad Bennis (Fez, 1948) devolvió la gravedad al festival. La dicción de este poeta marroquí resulta al barcelonés de hoy mucho más próxima que la de un poeta griego o ruso. Los versos de Bennis, que recitaba sus poemas prácticamente de memoria, sonaron en el Palau como un lamento concentrado y lacerante. La griega Kiki Dimoula (Atenas, 1931) mantuvo el tono dolorido de Bennis con sus poemas descarnados. Antes de despedir la fiesta, Obiols presentó a Edward Kamau Brathwaite (Barbados, 1930), una leyenda viva de la poesía caribeña que ayer cumplía 75 años. Brathwaite leyó Judas de Barcelona (un poema dedicado a Gaudí y la Sagrada Familia) y algunos de sus poemas más lúdicos, como Twis(T) o Negus.

El 21º Festival de Poesía ha presentado un programa unitario y coherente, centrado en el eje mediterráneo, pero ha sido demasiado solemne. Echamos de menos poetas más sueltos, capaces de actuar y recitar sin contar con el soporte del papel. No pedimos payasadas ni que todo se someta al filtro del espectáculo. Sólo un poco más de alegría, por favor.

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