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Entrevista:PETER LAX | Premio Abel de Matemáticas

"Llegué a Los Álamos seis semanas antes de la prueba de la bomba A"

En el mundo de las matemáticas modernas, Peter D. Lax, catedrático emérito de la Universidad de Nueva York, está entre los gigantes. Como un adolescente, refugiado de los nazis, trabajó en el Proyecto Manhattan en Los Álamos, donde conoció a personajes como Hans Bethe, Richard Feynman y Edward Teller. Como joven matemático, fue protegido de John von Neumann, padre de la informática moderna. El trabajo de Lax en el Instituto Courant de Ciencias Matemáticas a menudo ha estado a caballo entre la matemática teórica y la física aplicada. Es muy conocido por su trabajo en la teoría de ondas y sus descubrimientos se utilizan para la predicción meteorológica, el diseño de aviones y la teoría de señales en telecomunicaciones.

"Teller hizo mal en llevar la Guerra de las Galaxias a la Casa Blanca por la puerta de atrás, sin pasar por la comunidad científica"
"La geometría y el álgebra, que eran tan diferentes hace 100 años, ahora están estrechamente conectadas"

En marzo, la Academia Noruega de las Ciencias y las Letras anunció que Lax, de 78 años, recibirá en su tercera edición y acompañado de 760.000 euros, el Premio Abel, un galardón creado para compensar la ausencia de las matemáticas como categoría en los Premios Nobel. "No sé qué haré con todo ese dinero", declaró durante esta entrevista en su apartamento de Manhattan. "No quiero darlo todo. No soy rico. Parte de él lo donaré a buenas causas, sobre todo a la ciencia".

Pregunta. ¿Cuándo llegó a Estados Unidos?

Respuesta. Mis padres, mi hermano y yo abandonamos Budapest a finales de noviembre de 1941. Yo tenía 15 años. Pudimos escapar -somos judíos- porque mi padre era médico. El cónsul estadounidense en Budapest era amigo y paciente suyo, de modo que cruzamos toda Europa en tren. Zarpamos hacia Estados Unidos desde Lisboa el 5 de diciembre de 1941. Mientras estábamos en alta mar estalló la guerra, así que partimos como inmigrantes y llegamos a Nueva York como extranjeros enemigos. En un mes, mi hermano y yo estábamos en el instituto, en Stuyvesant.

P. En Hungría era usted un prodigio de las matemáticas. ¿Los colegios de Nueva York estaban a la altura?

R. No asistí a ningún curso de matemáticas en Stuyvesant. Sabía más que la mayoría de profesores. Pero tuve que estudiar inglés e historia de Estados Unidos, y pronto me enamoré del país. Las ilustraciones del texto de historia eran caricaturas contemporáneas. Me pareció maravilloso. No podía imaginarme un libro de texto húngaro tan poco reverente.

P. ¿Cuándo le llamaron a filas y cómo afectó a su carrera?

R. En 1944. Tenía 18 años y pasé seis meses muy agradables en Texas A&M, en un programa de formación en ingeniería del ejército. Más tarde me enviaron a Los Álamos y era como de ciencia ficción. Había leyendas por todas partes. Llegué unas seis semanas antes de la prueba de la bomba A. No había demasiado secretismo dentro de la alambrada. Era la política de J. Robert Oppenheimer. La gente me decía: "Estamos fabricando una bomba atómica, en parte de radio, pero quizá de plutonio, que no existe en el universo, pero lo estamos produciendo en Hanford".

P. ¿Eran ya evidentes entonces los choques personales y políticos entre Teller y Oppenheimer?

R. Yo era el último mono, pero comprendía lo que ocurría. Recordándolo, se plantean dos preguntas: ¿debimos lanzar la bomba A y construir una bomba de hidrógeno? Hoy, los historiadores revisionistas afirman que Japón ya estaba derrotado, así que la bomba no era necesaria. Discrepo. Creo que Teller tenía razón respecto a la bomba de hidrógeno, porque los rusos sin duda iban a desarrollarla y habrían entrado en Europa occidental. ¿Qué se lo hubiera impedido?

Evidentemente, Teller estaba equivocado sobre [el programa de] la Guerra de las Galaxias en la década de los ochenta. Sigue hoy en día, y está consumiendo mucho dinero que no tenemos. Lo que creo que Teller hizo mal fue llevarlo a la Casa Blanca por la puerta de atrás, sin pasar por la comunidad científica. El sistema no funciona.

P. ¿Qué cree que opinaría su mentor, John von Neumann, sobre la omnipresencia de los ordenadores en la actualidad?

R. Creo que se sorprendería. Pero nadie hubiera podido predecir que todo el mundo tendría ordenadores personales, aunque pienso que precisamente él lo habría entendido. Nadie puede predecir las cosas, pero puedes ver hacia dónde se dirige algo. Él podía ver a mucha, mucha distancia. Concebía el uso de los ordenadores de forma muy general. Pero recuerde, falleció en 1957 y no vivió para ver cómo los transistores sustituían a las válvulas y se pudieron miniaturizar los ordenadores.

P. ¿Conoció a John Nash, protagonista de la película Una mente maravillosa?

R. Sí, y sentía un enorme respeto por él. Resolvió tres problemas matemáticos muy distintos y luego pasó a la hipótesis de Riemann, que es un profundo misterio. En comparación, el teorema de Fermat no es nada. Una vez que encontraron una conexión con otro problema pudieron resolverlo. Pero en la hipótesis de Riemann existen muchas conexiones y todavía no puede resolverse. Nash intentó abordarla y fue entonces cuando se vino abajo.

P. ¿Cree que la enseñanza de las matemáticas en el instituto y la universidad es deficiente?

R. En general, sí. Me gustaría que las facultades de ciencias de la educación impartieran mucha más matemática que métodos de enseñanza y psicología educativa. En matemáticas, nada ocupa el lugar del conocimiento real de la materia y el entusiasmo por ella.

P. ¿Cuál cree que ha sido su contribución más importante?

R. Hay cinco o seis cosas que han tenido impacto. Entre ellas está mi trabajo con las ondas de choque, donde esclarecí su teoría y la combiné con métodos numéricos prácticos para calcular flujos con ondas de choque. En Los Álamos, era importante para comprender cómo funcionan las armas, pero es igual de importante entender cómo vuelan los aviones a gran velocidad. Ralph Phillips y yo ideamos el semigrupo de Lax-Phillips en teoría de la dispersión, que era una idea nueva y podía utilizarse en una sorprendente variedad de temas. Ayudó a comprender las imágenes de radar. Recientemente, Martin Kruskal y sus colaboradores han descubierto de forma inesperada sistemas integrables completamente nuevos, y yo he ayudado a esclarecer algunos de sus aspectos. Pude analizar, junto a mi estudiante Dave Levermore, qué le ocurre a las soluciones de sistemas dispersivos cuando la dispersión tiende a cero. Es un nuevo fenómeno bastante sorprendente, pero no es fácil de explicar en un lenguaje accesible. En un informe para la Sociedad Filosófica Estadounidense, lo expresé en forma de haiku: La velocidad depende del tamaño

Equilibrada por la dispersión

Oh, solitario esplendor

R. Comparadas con la física o la química, son un tema muy amplio. Es cierto que nadie puede llegar a saberlo todo y ni siquiera casi todo, pero también es verdad que, a medida que evolucionan las matemáticas, las cosas se van simplificando y surgen conexiones inusuales. La geometría y el álgebra, por ejemplo, que eran tan diferentes hace 100 años, ahora están estrechamente conectadas.

Peter Lax, en su despacho de la Universidad de Nueva York.
Peter Lax, en su despacho de la Universidad de Nueva York.THE NEW YORK TIMES / JOE TABACCA

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