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HOMENAJE
Columna
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La estética del compromiso

Cuando Vicent Albero, presidente hoy del Club Jaume I, me sugirió hace unas semanas que dirigiera unas palabras en el acto de homenaje del Club -que contó con variadas y brillantes intervenciones que está previsto que se editen- a quien tan justamente las merece, nuestro Presidente saliente Vicente Lluch de Juan, recurrí, pues no las tenía previstas, a las de un texto de Ángel González, escrito hace años en Alburquerque, Nuevo México, sobre un poeta que entendía del gusto de Vicente, Gabriel Celaya.

Las palabras de Ángel González tenían por motivo la obra poética de Celaya, que aparecía, según él, enturbiada y destacada por la estrecha vinculación que mantuvo con la tendencia que más animó la vida literaria española a finales de los años 40. La denominada, quizás indebidamente, y seguro que definitivamente, poesía social. Fue un intento por superar la pasividad y el oscurantismo, mediante el compromiso del arte poético.

"Vicente Lluch de Juan mantuvo encendida la antorcha del Club Jaume I"

Vicente Lluch de Juan mantuvo encendida la antorcha del Club, que a finales de los años 70 prendiera Vicente Rodríguez Martínez junto a un grupo de burgueses liberales valencianos preocupados por el futuro del país, debatiendo mensualmente alrededor de la mesa de un céntrico hotel del cap i casal las cuestiones sociales pendientes, con otro de socialistas no menos liberales y nacionalistas, que en su momento fue encabezado por Vicent Ventura, siempre acompañado por Juan José Pérez Benlloch, quien todavía hoy nos ilustra en los almuerzos.

Vicente Lluch, como Celaya, comparte la estética del compromiso, aunque su camino en esa dirección no sea lineal ni directo, y va desde su faceta de promotor inmobiliario a la de hincha del Levante U.D. o intelectual, como la del ingeniero Rafael Múgica pasó a ser Juan de Leceta hasta convertirse definitivamente en el poeta Gabriel Celaya. En los hermosos discursos de Vicente a lo largo de todas las sesiones del Club, no ha sido difícil de percibir el decidido tono progresista de su pensamiento al servicio de una idea social.

Terminada la guerra, superada la represión, ha habido que esperar muchos años para que personalidades, como Vicente Rodríguez en su momento o Vicente Lluch hoy, apoyándose en el pasado volvieran a intentar la reinvención, más que la reanudación, de la tradición destruida. Y en este caso apoyándose, por suerte para quienes tenemos la fortuna de acompañarlos, y válgase la paradoja desde una concepción republicana, en el Club que tiene por emblema a Jaume I.

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Por todo ello y por muchas cosas más que enmarcan la actitud de Vicente Lluch, y por algunas otras de Celaya que encuentro en sintonía con él, recogí en aquella ocasión a modo síntesis, cuatro versos de los Cantos íberos, dedicados a Sancho Panza, precisamente en el año del IV centenario de la edición de la primera parte de Don Quijote de la Mancha. Tampoco en este momento encuentro mejor modo de agradecerle públicamente sus valiosas aportaciones poéticas que echando mano de estos versos antológicos de Celaya que entiendo de su gusto.

"Sancho que damos por nada, me presupones milenios de humildad bien aceptada, no eres historia, te tengo como se tiene la tierra patria y matria macerada.

Cabalgando en tus espaldas se las dan de caballeros y tú, pueblo, les aguantas, y levantas -tentetieso- lo que puede levantarse.

Y aún sabiendo lo que sabes nunca niegas tus servicios, ¡santo y bueno!

Tu libertad es instinto. Tus verdades son sencillas: al pan, pan, y al vino, vino,

y cada cual lo debido: lo que le cumple por hombre con un único camino.

En ti pongo mi esperanza porque no fueron los hombres que se nombran los que hicieron más acá de toda historia -polvo y paja- nuestra patria, sino tú como si nada".

Y hasta aquí el recuerdo emocionado de aquel día grande para el Club que nos permitió tratar de recompensar a Vicente Lluch por la humanidad de su persona y el magisterio de sus discursos, que nos hicieron recordar con Celaya que, después de tantos años, la poesía continúa siendo un arma cargada de futuro, y las palabras herramientas para cambiar el mundo.

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