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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Olor, loor y asolar

Hace unas semanas se publicó un artículo que empezaba así: "Bobby Fischer volvió a Islandia en loor de multitud tras ocho meses de cárcel en Japón". Tras leer esta frase, Alejandro Baca hizo unas indagaciones y envió un mensaje electrónico en el que cuenta que la expresión en loor de multitud no figura en el diccionario de la Real Academia, que sí recoge en olor de multitud, que significa "con la admiración de muchas personas".

En olor de multitud, por tanto, es una expresión correcta. Para comprobar si en loor de multitud lo es también, el lector visitó el Centro Virtual Cervantes, la sede del Instituto Cervantes en Internet. Allí, en la sección El museo de los horrores se considera que en loor de multitudes es una hipercorrección y se aboga por utilizar en olor.

Debo confesar que este mensaje me produjo gran satisfacción porque en una ocasión fui testigo de una recriminación, corrección y casi humillación por utilizar olor en vez de loor. Y para ampliar el tema busqué en El dardo en la palabra si Fernando Lázaro Carreter lo había abordado. Efectivamente, lo trató en 1990.

"La locución [en olor de multitud] fue creada sobre el modelo en olor de santidad, como ocurrencia de un inventor sin olfato, y aceptada por una legión de acatarrados incurables", decía con sorna el académico, y agregaba: "Ahora se intenta corregir las sugerencias molestas mediante el loor, que hace mucho más fino".

Lázaro Carreter proseguía así: "No resulta imposible que la exquisitez del loor acabe imponiéndose, pero no como restitución de algo que jamás existió, sino como puro invento. Es correcta su formación, pero tiene en contra lo inusual de ese sustantivo, marginal siempre en el idioma por sus resabios cultos".

La conclusión del lingüista era ésta: "Se trata, pues, de una etimología popular sui generis, porque, al revés de lo que suele suceder, aproxima un vocablo tan corriente como olor al periférico loor. Tal acercamiento no lo ha maquinado, por tanto, la imaginación colectiva, que suele trivializar, sino más bien la pedantesca que rebusca. Es una etimología seudoculta o petulante".

Otro lector, Mariano de la Banda, recuerda que Lázaro Carreter nos enseñó que la traducción correcta de day after es día siguiente y no día después, a propósito de la llegada a las farmacias de una píldora anticonceptiva que se usa en las horas inmediatamente posteriores al coito. De la Banda se queja de que este diario empleara el domingo pasado píldora del día después en un reportaje.

En el dardo publicado el 1 de abril de 2001, tres años antes de su fallecimiento, el académico decía: "Esto de el día después fue alzado por novadores de inglés enteco, que vieron profusamente anunciada, hace años, por todo el país, una película exitosa (hablando de cine, este adjetivo horrible va bien), titulada en nuestras carteleras The day after. Magnífico, se dijeron; y el día después quedó anclado en sus teclados y en sus voces como ocurrencia prestigiadora. De ese modo, se consumaron al menos dos violaciones: se cambió el adverbio después en extraño adjetivo para calificar el nombre día; y, de paso, se arrumbó el día siguiente, dejándolo apto sólo para la tercera edad".

El mal uso del castellano es una de las preocupaciones que más mensajes y cartas de los lectores ocupa. El citado Mariano de la Banda es un comunicante asiduo que remite sus precisiones por Internet. Eduardo Cierco, también colaborador frecuente, las sigue escribiendo a mano. En una de sus últimas misivas pide que, aunque una de las acepciones del verbo celebrar es "realizar un acto", no se utilice al escribir sobre funerales u otros homenajes a fallecidos, dado que su primer significado es "festejar un acontecimiento". Propone que los hechos favorables se celebren y los negativos se realicen.

Mediante el correo tradicional llegó también hace un par de meses una advertencia de José Haedo sobre el mal uso que se hace del término hermanastro. El 28 de febrero se aludía en un titular a la detención en Irak del "hermanastro de Sadam", y en el interior se precisaba que el ex dictador y el detenido "tienen la misma madre pero diferentes padres". El lector precisa: "Según el diccionario de la Real Academia Española y según el español de siempre, basta con tener el mismo padre o la misma madre para ser hermanos. En cambio, si no tienen padre o madre en común, como es el caso de los hijos que puedan aportar un hombre y una mujer al contraer un nuevo matrimonio, esas personas sí serán hermanastros entre sí".

Por correo electrónico, Pedro Nieto Gómez nos advierte sobre otro gran error: traducir billion por billón. Se trata de una equivocación muy extendida que el lector detectó en una noticia sobre el Proyecto Genoma contra el Cáncer, que preveía para el plan 1,35 billones de dólares, una cifra a todas luces desorbitada.

El billion del inglés americano debe traducirse por 1.000 millones (la unidad seguida de nueve ceros) y no por billón (la unidad seguida de 12 ceros). El error es de tres órdenes de magnitud, equivalente a confundir un metro con un kilómetro. "Cada vez es más frecuente el gazapo", afirma el lector, que lo ha encontrado incluso en informes de la Unión Europea y ha leído en alguna parte que "la población de la Tierra pasa de los seis billones de habitantes". Guardando la proporción, en España tendríamos que apretujarnos 44.000 millones.

Aunque el error es menos común (el número es demasiado grande), trillion se traduce a veces por trillón. El trillion del inglés americano es el billón español. En castellano, un trillón equivale al millón de billones (la unidad seguida de 18 ceros), por lo que en este caso el error es de seis órdenes de magnitud, equivalente a confundir un milímetro con un kilómetro.

Otra lectora, María A. López, se ha percatado leyendo el diario de dos errores más "que se repiten con una frecuencia alarmante, no sólo en noticias, sino también en artículos de fondo". El primero consiste en no diptongar la o de asolar en el presente de indicativo y escribir asola o asolan en lugar de asuela o asuelan, que es lo correcto. Con ayuda de la informática hice el viernes una búsqueda en la base de datos del diario y, desde el pasado 1 de enero, las formas erróneas figuraban en 23 artículos, mientras que las correctas sólo en seis.

El segundo error detectado por esta lectora es el uso del artículo masculino el delante del adjetivo agravante, en lugar del femenino la, que es el correcto porque el sustantivo elidido es circunstancia. "Se debe escribir con la agravante", subraya. El término agravante se ha utilizado en el diario en 26 textos desde el 1 de abril, en 10 de ellos precedido del artículo correcto y en 16 del incorrecto.

El vicio ha vencido a la virtud en ambos casos. La lectora tiene razón al dar la alarma.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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