El adiós de un romántico
Frank Evans, el único torero inglés en activo, pone fin a 40 años de carrera debido a una lesión de rodilla
Cuenta Frank Evans (Manchester, 1943) que en la tarde del 28 de agosto de 1947 vivió su primer velatorio. Fue un velatorio a distancia, en el que las noticias y cuchicheos sobre el fallecido llegaban a través de la radio. Esa tarde de 1947, en la Plaza de Toros de Linares, el maestro Manolete perdió la vida en su pelea con Islero, un toro de 495 kilos, durante la corrida de feria en la que compartía cartel con otras dos grandes figuras del toreo: Gitanillo de Triana y Luis Miguel Dominguín. El duelo que esa calurosa tarde de canícula se apoderó de la España de la posguerra fue seguido al detalle desde Inglaterra por Frank Evans y su padre, un militar inglés que durante la II Guerra Mundial estuvo destinado en Gibraltar. "La muerte de Manolete fue todo un acontecimiento en mi casa. Mi padre era un enamorado de España y le fascinaba todo lo español, en especial la fiesta de los toros. Fue una tarde muy triste", recuerda Frank Evans, el único torero inglés en activo y al que una lesión en la rodilla le obliga a dejar el toreo en breve.
"La muerte de Manolete fue todo un acontecimiento en mi casa", recuerda Evans
Evans nació en 1943 en Salford, una pequeña ciudad cercana a Manchester. Pese a no haber puesto nunca un pie en España, Evans mamó desde pequeño la cultura y tradiciones españolas, pues su padre se encargó de transmitírselas. "A mi padre le cautivó el mundo del toro. Me envenenó con su fascinación", recuerda Evans, cuyo apodo es -como no podía ser de otro forma- El Inglés.
A los 20 años, Evans visitó por primera vez España. "Fui a Granada a la boda de una vecina mía en Salford cuyos padres eran inmigrantes andaluces. Allí asistí a mi primera corrida de toros y me aficioné aún más a ese mundo que hasta entonces sólo conocía por los relatos de mi padre", relata en un perfecto español teñido de andaluz. "Un año después cayó en mis manos la autobiografía del segundo torero inglés de la historia, Vicente Charles, El Inglés, Suit of Lights, y me empapé del toreo. Fue algo así como mi inspiración", explica Evans, que es el cuarto torero británico de la historia que ha paseado por las plazas de España, Francia, Venezuela y México el apodo de El Inglés. Tras esta revelación, Evans se decidió a probar fortuna. Dejó su trabajo en la carnicería familiar y el rugby, deporte en el que asegura que tenía futuro como profesional y al que le debe la lesión de rodilla que ahora le aparta de los ruedos. "En 1966, con 23 años, toreé mi primera novillada en Arles. Como no tenía a nadie que me apoyara sufrí un parón en mi carrera y me refugié en mis negocios. Hice dinero y en 1978 decidí volver a probar en el toreo", indica. En los 25 años siguientes, Evans participó con más pena que gloria en unas 30 novilladas y otros tantos festivales, con un saldo de dos cornadas graves en los muslos. Hasta que el 16 de agosto de 1991, ya con el respaldo de gente importante del mundo taurino, logró tomar la alternativa en Chillón (Ciudad Real). "Fue fantástico. Mi amigo y mentor Vicente Ruiz El Soro fue mi padrino y maté dos toros, uno de José Escobar y otro de Sánchez Arjona", recuerda risueño.
Tras su debú como matador, Evans dosificó sus apariciones. Casi nunca toreó más de dos festejos por temporada, aunque siguió ligado al mundo del toro. Esa dinámica se rompe en 2000, cuando a la llamada de Morenito de Jaén le sale el contrato de su vida. "El empresario de la Plaza de Benalmádena, Gaspar Jiménez, se interesa por mí y me contrata en gran parte por el reclamo que mi nacionalidad tiene para los turistas que visitan la Costa del Sol. Debuté bien, corté una oreja y metí a 100 personas más en la plaza...", cuenta Evans sobre el que ha sido el único contrato en exclusiva de su vida.
Ahora, a sus 62 años, El Inglés se prepara para las últimas tardes de luces de su carrera. La lesión en la rodilla le obligará a dejar los ruedos en breve. "Así me lo aconsejan los médicos, aunque aún no he fijado la corrida en la que me cortaré la coleta", explica este matador de toros sobre su retirada de los ruedos, festejo al que seguro que asistirán sus dos hijos treintañeros y su esposa, a la que ya conoció como novillero y poco dada a ver torear en vivo a su marido. Evans asegura que se va satisfecho pero con el resquemor de no haber podido hacer el paseíllo en Las Ventas, su sueño. "Tuve la oportunidad porque conozco a los empresarios, pero nunca pedí nada por respeto a la profesión. Sé que no soy ni José Tomás ni El Cid y allí, a Las Ventas, se tiene que ir a triunfar", afirma este torero que ya tiene planificada su vida de jovial jubilado. "Seguiré viviendo en Marbella y quizá me haga apoderado de gente joven y con ganas. Lo que es seguro es que no me iré de España, porque aquí la gente me ha dado mucho cariño. En estos años he comprobado que es cierto eso que dicen de que los españoles te dejan todo menos a su mujer", concluye entre carcajadas.
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