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Columna
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Banderas de conveniencia

A lo largo de las últimas décadas, la utilización de banderas de conveniencia se ha convertido en una práctica generalizada en el mundo de la marina mercante. Con ella, los armadores tratan de eludir o limitar el control sobre las actividades de sus buques, facilitando de esa manera el ocultamiento total o parcial de las mismas. Ya en siglos anteriores los piratas del mar habían utilizado con frecuencia banderas diversas para confundir a sus presas y poder lanzarse sobre ellas con más facilidad cuando se encontraban suficientemente cerca, práctica que copiaron durante la Segunda Guerra Mundial los conocidos como corsarios alemanes, que navegaban cual pacíficos buques mercantes bajo distintos pabellones, y sacaban a relucir todo su mortífero armamento cuando tenían a tiro algún barco aliado. Y es que las banderas de conveniencia se distinguen por no reflejar la verdadera identidad de quienes las enarbolan, siendo por el contrario un instrumento utilizado para despistar.

En nuestros días, también en la vida política abundan las banderas de conveniencia, que actúan como señuelos mediáticos concebidos para pescar votos en aguas revueltas. Hace tiempo que la derecha más conservadora descubrió que el acceso al poder se allanaba considerablemente levantando algunas banderas representativas de valores o sentimientos fuera de toda discusión. El de la libertad ha venido siendo uno de los más socorridos, y el invento ha demostrado ser bastante eficaz, hasta el punto de permitir que personajes como Bush o Berlusconi, sumamente refractarios hacia a los usos y costumbres democráticos o hacia la defensa de los derechos humanos, se hayan logrado perpetuar en el poder defendiendo cruzadas en defensa de la libertad, o erigiéndose en guardianes de la "casa de las libertades".

Otras veces las banderas de conveniencia son utilizadas en política para tratar de ocupar un determinado espacio. Lo hicieron en su día Aznar y el PP, mediante su entrada en la entonces Internacional Demócrata Cristiana -que supuso de hecho la salida del PNV de la misma- con el objeto de presentar ante la sociedad una imagen centrista del partido, capaz de dejar en un segundo plano la anterior estela marcada por Fraga. Aquí, en el paisito, tenemos también algún ejemplo autóctono, como el de EA, cuyos dirigentes se esfuerzan en enarbolar la bandera de la socialdemocracia siempre que pueden como su principal seña de identidad, mientras luego ponen en práctica algunas políticas poco acordes con la tradición socialdemócrata.

Es el caso de la gestión llevada a cabo en el Departamento de Educación por la inefable Anjeles Iztueta, negando el pan y la sal a la universidad pública -principal foco investigador del país-, e inventando el eufemismo del "sistema universitario vasco" para tratar de ponerla al mismo nivel que las universidades privadas. La consejera Iztueta, en nombre de la socialdemocracia, ha conseguido además el dudoso honor de hacer de Euskadi la única comunidad autónoma en la que la escuela pública tenga menor número de alumnos que la privada, negándole su papel en el ciclo infantil, y cargándose en cuatro años el esfuerzo de prestigiar la enseñanza pública realizado por anteriores consejeros, incluido el propio Oliveri. Toda una socialdemócrata.

Ahora bien, la palma de la audacia en la utilización de banderas de conveniencia se la ha llevado sin duda la izquierda abertzale, pues hace falta echarle valor a la cosa en los tiempos que corren para ir a una contienda electoral pidiendo el voto para una candidatura que se autodefine comunista. De todas formas, y dada la fidelidad demostrada por el electorado, es posible que, al revés que en los ejemplos anteriores, lo de menos fuera la bandera. En este caso da más bien la impresión de que los propios votantes eran plenamente conscientes de que respaldaban una opción cuya bandera era de conveniencia. Lo cual es poco menos que el triple salto mortal y, sin duda, una aportación más de nuestro paisito al estudio del comportamiento político.

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