"Un trabajo perfecto"

La sonrisa se le escapaba, aunque el ejercicio de contención era evidente. Rafa Benítez intentaba controlar sus emociones. El Liverpool acababa de clasificarse para la final de la Copa de Europa, lo que en términos realistas es una hazaña. No es el que ideó Bill Shankly en los años sesenta y cuya obra prosiguieron Bob Paisley y Joe Fagan hasta mediados de los ochenta. Benítez sabía muy bien de las dificultades que ha encontrado. "Hemos tenido nueve lesionados que han pasado por el quirófano, casi todos titulares. No ha sido fácil. El equipo tiene un mérito enorme", dijo. Nadie pensaba en el Liverpool como finalista. Quinto en la Liga inglesa, se pronosticaba frente al Chelsea el fin de su magnífica trayectoria. Pero Benítez tenía otra idea: "Les dije a los jugadores que teníamos que ir a por ellos. Por favorito que fuera el Chelsea, sabía que teníamos una buena oportunidad de pasar".

Dos días antes había hablado con Hierro, ahora en el Bolton, el último equipo que había sufrido la trituradora del Chelsea: "Me dijo que es un equipo muy complicado. Te espera y marca en cualquier momento, sin depender de su juego. Teníamos que jugar con una gran concentración, sin permitirles espacios". El gol de Luis García facilitó las cosas. No quiso debatir sobre su legalidad, cuestionada por José Mourinho: "No sé si fue gol, pero la jugada fue penalti y el portero tuvo que salir expulsado".

Benítez había padecido la eficacia del Chelsea en la final de la Copa de la Liga y en los encuentros de Liga. "Esta vez hemos hecho un trabajo colectivo perfecto. Todos han estado a la altura de las circunstancias", declaró ante las preguntas de quienes señalaban a Carragher como el héroe: "Sí, ha jugado un gran partido, pero lo mismo puedo decir de Hyypia, de los laterales o de Dudek".

De la eficacia defensiva del Liverpool habló el escaso número de oportunidades del Chelsea. Cuando un periodista británico le preguntó por lo que sintió en el remate final de Gudjohnsen, Benitez no encontró la palabra en inglés. "Preocupado", dijo en castellano con una sonrisa de alivio. "No hay que olvidar que un minuto antes Cissè tuvo una oportunidad tan clara como ésa", añadió.

El español se refirió a la felicidad que observó a su alrededor. Diez minutos después de terminar el encuentro, las gradas de Anfield permanecían repletas de hinchas. Era la celebración de un éxito inesperado, "el de un gran equipo, un gran club, una gran afición". Una hora después, un puñado de aficionados esperaba a Benítez en la puerta del estadio. Coreaban su nombre. Una peculiar versión de La Bamba se había escuchado para festejar al entrenador y a Xabi Alonso. La conexión española decididamente funciona. "Dije que sería difícil sentirme tan feliz como en Valencia. Aquí lo soy", confesó.

Alonso, que no pudo disputar el encuentro por sanción, jugará la final. Para Benítez es la mejor noticia posible. Alrededor de Alonso, el juego del Liverpool tiene un aire diferente. Si a esa certeza se añade el regreso de Hamann, los reds podrán tener un equilibrio mayor. "Hamann ha hecho un gran partido, pero no está al nivel físico deseable. Por eso he tenido que sustituirle", manifestó Benítez, que reconoció los problemas que generó Robben: "Nos ha creado algunas dificultades, pero la respuesta de la defensa ha sido espectacular".

No quiso pronunciarse sobre sus preferencias en la final: "El Milan parece más fuerte que el PSV. En cualquier caso, lo mismo se decía de la Juve y del Chelsea". Cuando se le preguntó por lo que significaba imponerse a Capello y Mourinho, con rango de estrellas, se limitó a decir: "Nunca pienso en los entrenadores. Sólo, en los equipos a los que me enfrento".