Un canto al tango
La versión escenificada -estreno en España- de María de Buenos Aires demostró la importancia del libreto en la ópera. Respecto al canto, Emilia Onrubia anduvo sobrada, y Gustavo Gibert cumplió, al igual que Manuel Callau, como recitador. Pero el canto no es lo único en una obra a caballo entre la ópera, el ballet y el musical. La historia, cargada de pretensiones surrealistas y psicoanalíticas, con paralelismos entre los bajos fondos bonaerenses y el nacimiento de Jesús, rebozado todo con el lunfardo, fue incomprensible para el que no conociera la trama. Y aún así. Porque el argumento se las traía.
La escenografía fue eficaz, aunque con el muy actual exceso de proyecciones, que logran con pocos costes excelentes resultados, pero cuyo abuso acaba distrayendo de la acción principal. Cantantes, bailarines y actores intentaron dar el sustrato más auténtico de la historia: la tristeza y el desarraigo inherentes a los bajos fondos porteños y, con ellos, al tango, aunque a veces se cargaron las tintas en los aspectos más tremebundos. Los instrumentistas, aun faltos de cierto idiomatismo, se inspiraron por la preciosa partitura de Piazzolla. Este gran renovador del tango no perdió los elementos que subyacen siempre a esta música: la melancolía, la derrota, la confesión desesperanzada. Bien aliñados con un toque de delicadeza, de distanciamiento encariñado, de utilización de elementos de la música clásica y del jazz que no le hacen prescindir de las viejas y auténticas raíces. Lo mejor de María de Buenos Aires es que la música no es un tango, sino en un canto al tango, un canto muy enamorado.
María de Buenos Aires
De Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. Dirección musical: Andrés Juncos. Dirección escénica: José Carlos Plaza. Solistas: Emilia Onrubia, Manuel Callau y Gustavo Gibert. Bailarines: Rolan van Löor, Jorge Crudo, Andrea Ardito y Silvia Bidegain. Coproducción de l'Auditori de Torrent y Adalid Produccions. Auditori de Torrent, 30 de abril.
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