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Reportaje:PASEOS

La reconversión urbana

Sin renunciar a su impronta industrial, Linares (Jaén) se transforma de la mano del comercio

Ginés Donaire

La Cabria de Matacabras da la bienvenida a los que llegan a Linares (Jaén) y, de paso, les recuerda el inmenso patrimonio minero que toda la comarca tuvo durante buena parte del siglo XX. Pero ese vestigio no es más que un símbolo de lo que fue un pasado esplendoroso. Hoy el presente de Linares está impregnado de modernidad, de una ciudad sin complejos que se ha subido al tren del comercio para mostrar su rostro más dinámico y que, al mismo tiempo, está transformando el entramado urbano.

Instalada durante décadas en su hegemonía industrial provincial y alejada históricamente de las guías y rutas turísticas oficiales, Linares se ha convertido actualmente en un modelo a seguir en lo que deben ser los centros urbanos de las ciudades. Pensando por encima de todo en el peatón y en hacer más confortable la convivencia ciudadana, las calles del centro de esta localidad de algo más de 60.000 habitantes son un símbolo del cambio de mentalidad de los linarenses, que han entendido a la perfección la máxima que dice: renovarse o morir.

De la mano de un ambicioso plan de urbanismo comercial, todas las calles que circundan la plaza de Santa María o del Ayuntamiento invitan al viajero a disfrutar del placer de pasear, de charlar con los amigos o, en definitiva, de reconquistar el espacio urbano, hasta hace poco tomado por los vehículos. Vías como la emblemática Corredera de San Marcos, Canalejas, Isaac Peral o Pasaje del Comercio dan forma hoy a un centro comercial abierto que se ha convertido en el principal icono del progreso de Linares.

Con un mobiliario urbano homogéneo y una ornamentación atractiva y respetuosa, el centro comercial abierto ha sido el motivo de que Linares recibiera esta semana el Premio Nacional de Comercio, un galardón que concede el Ministerio de Turismo y Comercio y que ha reconocido la implicación de la Administración local y de los empresarios para integrar en un mismo espacio a pequeños y grandes establecimientos en una pugna de sana competencia pero de la que todos se benefician y nadie se resiente.

La reconversión urbana de Linares empezó hace cuatro años, coincidiendo con la instalación de una gran superficie comercial de El Corte Inglés. Fue el punto de inflexión sobre el que empezó a crecer la autoestima, que estaba por los suelos tras el declive industrial y los nubarrones que se instalaron sobre su empresa más señera, Santana Motor, dedicada a la fabricación de vehículos desde hace medio siglo y, a partir del próximo año, también centro productor de trenes.

Donde mejor se palpa el bullicio y el latido de la ciudad es en las Ocho Puertas, que a principios del pasado siglo era un cruce de caminos y hoy es el centro neurálgico de Linares. Desde allí el viajero puede emprender varias rutas. Una de ellas debe dirigirse, inexorablemente, al Paseo de Linarejos, proyectado durante el auge de las minas de plomo y que comunica el centro de la ciudad con el santuario de la patrona. En mitad del paseo está la Estación de Madrid, un edificio neomudéjar convertido en referente cultural del municipio. Muy cerca de allí, el coso de Santa Margarita, que forma parte de la historia taurina del país desde que el 28 de agosto de 1947 un toro llamado Islero acabó con la vida de Manolete, el ídolo de la época.

La tradición taurina de Linares es una de sus señas de identidad. Se puede comprobar cada año en agosto, en la feria de San Agustín, y a diario en el Museo Taberna Lagartijo, un santuario taurino dedicado a la memoria del torero cordobés. Está enclavada en una de las arterias con más solera de Linares, la calle Ventanas. El edificio en que se asienta data de 1795 y en su construcción se ha respetado la estructura original del inmueble con su patio y pozo de la época.

Mucho más reciente en el tiempo es la casa-museo de Andrés Segovia, dedicada a la memoria de uno de los guitarristas más universales del siglo XX. El museo, ubicado en el palacio de los Orozco, un edificio restaurado del siglo XVII, es referencia ineludible para todos los estudiosos del concertista linarense, fallecido en Madrid en 1987 y cuyos restos se reencontraron recientemente con sus orígenes.

Pero si hay un lugar que refleja bien los orígenes de la ciudad es el Museo Arqueológico, dedicado a la antigua ciudad iberorromana de Cástulo, a siete kilómetros de Linares, junto al río Guadalimar y que constituye una de las zonas arqueológicas más importantes del Alto Guadalquivir.

Otro atractivo para el viajero que llega a Linares es adentrarse en los antiguos vestigios de la cuenca minera, que rememora un pasado lleno de esplendor económico. La actividad minera se prolongó hasta mediados de los ochenta, cuando se cerró (por la crisis del plomo) la última mina, la de La Cruz, pero las huellas de lo que fue la base del desarrollo económico en estos municipios durante la primera mitad de siglo permanecen intactas en el paisaje urbano, con multitud de chimeneas, lavaderos o cabrias.

Además de estos alicientes, Linares, la segunda ciudad en población de Jaén, está considerada también la cuna del ajedrez, pues aquí se celebra desde hace 21 años el torneo internacional más importante del mundo y que este año ha asistido a la despedida del jugador más grande de todos los tiempos, Gary Kasparov. Y desde abril a junio Linares oferta una rica programación cultural en el Festival Internacional de Música y Artes Escénicas. Lo dicho, una reconversión a todos los niveles.

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