Espejo y palimpsesto

Éste es el año en el que cumplen los 75 cuatro compositores españoles de distinto estilo: Manuel Angulo, Manuel Castillo, Cristóbal Halffter y Luis de Pablo. Las felicitaciones, supongo, van llegando y en el caso de Halffter hemos visto en Madrid en poco tiempo una sesión monográfica dedicada a su música para piano, la recuperación de fragmentos de su ópera Don Quijote y, ahora, un repaso a su obra camerística casi justo un mes después de cumplir esos tres cuartos de siglo de creación. Y una de las utilidades de estos homenajes que suplen la falta de una continuidad necesaria en lo cotidiano es comprobar cómo el tiempo y el creador interactúan, se retan, lanzan el guante y unas veces gana uno y otras, pues el otro.

En el concierto del jueves se daba uno de esos efectos del tiempo o del deseo del creador por revisarse no se sabe ante qué circunstancia concreta o abstracta. Y resulta que la revisión se convierte en una nueva obra que evoca a la que le sirve de origen pero no la suplanta. Veamos. En 1982 Halffter escribe un Concierto para flauta y sexteto de cuerda que llega a su vez de Debla, para flauta sola. El Concierto para flauta funciona como una gran obra de cámara, es densa, exigente para el solista y pide a todos una especial atención al clima cambiante que propone. Diez años después ese concierto se transforma en el Segundo para violín y orquesta, 13 años posterior al Primero.

Tantos años dan para crecer y la transformación es evidente. La gran cámara se transforma en pequeña orquesta y las texturas se hacen más maleables, todo se ilumina mucho más y la obra gana en expansión sin perder en hondura respecto de su precedente. La imagen se modifica en su propio espejo. En ese sentido, me parece un acierto haber programado las dos piezas en la misma sección, haber dado a un público ya interesado desde el principio en la obra de Halffter la posibilidad de comparar e indagar. Si en estos conciertos de ámbito necesariamente restringido no se hacen estas cosas, ya me dirán ustedes dónde. Marco Antonio Pérez y Ángel Jesús León fueron solistas irreprochables.

Entre los dos conciertos se nos ofreció una pieza muy característica de la actitud vital de Halffter: las Canciones de Al-Andalus, de 1988. Son tres melodías que unen las tres culturas a través de sus textos: 'Tant amare', de Josef al Ketib, la popular 'Tres morillas' y 'Gar ke faré yo', de Abraham Ibn Ezra. Las palabras están ahí pero también la música tradicional en un ejercicio como de palimpsesto, de manuscrito sobre el que se reescribe pero dejando igualmente claras las líneas maestras de lo antiguo y lo moderno.

Para traducirlas como es debido hace falta una voz poderosa y bella, que sepa que es ella quien marca la pauta de la obra toda. Y María José Suárez cumplió estupendamente con su obligación. La mezzo asturiana canta cada día mejor y no se cortó un pelo a la hora de mandar con algún gesto bien visible. Sartory Cámara y unos cuantos miembros de la Orquesta de la Comunidad de Madrid -ésta bajo el mando de Santiago Serrate, un director con una estupenda mano izquierda en el sentido más técnico del término-, supieron seguir con atención las exigencias de un programa a cuya conclusión el autor recogió los aplausos del respetable.