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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Metafísica de la naturaleza

RICARDO CALERO Galería Raquel Ponce Alameda, 3. Madrid Hasta el 21 de mayo

RICARDO CALERO

Galería Raquel Ponce

Alameda, 3. Madrid

Hasta el 21 de mayo

Junto a la sarta de despropósitos que habitualmente se exhiben en las galerías aparecen de vez en cuando obras que puede que posean algún interés, pero, al estar sumergidas en ese medio, se hace cada día más difícil reconocerlas. Creo que, al menos, una de las serie de piezas que presenta Ricardo Calero (Villanueva del Arzobispo, 1955) sigue participando del recogimiento silencioso y reflexivo que caracteriza su trayectoria, pero ¿hasta cuándo podrá sustraerse el artista a la banalidad? y ¿cómo logrará hacer audible la voz del silencio que emana de su obra frente a tanto ruido ensordecedor? Por eso, me gustaría llamar la atención sobre esa serie en concreto, compuesta de ocho trabajos, que resume la práctica y la poética de Calero. En ella el artista traza un nexo entre artificio y naturaleza sin necesidad de recurrir a los tópicos ni a las perífrasis al uso. Más que de una obra o de un conjunto de ellas se trata de la destilación de un método que, tal vez sin intuirlo el propio autor, ilumina sobre la fenomenología de la creación artística. Frente a los trípticos "conceptuales" de un Joseph Kosuth, en los que se presenta un objeto físico, una imagen de ese objeto y la definición que de él ofrece el diccionario, Calero muestra en cada una de las obras de la serie mencionada un minúsculo objeto natural (una simple ramita con una hoja recogida del suelo), una imagen de ese objeto, sometida a las alteraciones que provoca el paso del tiempo, y un dibujo del mismo. Calero no se queda, sin embargo, en la mera presentación del objeto y sus derivados de una manera más o menos estética o retórica sino que consigue mostrar con su obra un proceso natural y creativo que, por medio de la degradación del objeto, la rama y la hoja podridas y de las imágenes, deterioradas por la acción de los agentes atmosféricos, se salvan de la desaparición gracias a la mano del dibujante. Frente al vértigo que provoca la banalidad, estas tres muestras reclaman la serenidad y el sosiego de una contemplación morosa que ya no debe atender ni al objeto ni a sus apariencias sino que, intente comprender el proceso, el lento transcurso del tiempo, la retracción de la materia, es decir, aquello que se encuentra detrás de la física.

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