Al borde del área
Es lo que tenemos los aficionados al jazz que, a la menor, nos dormimos en los laureles y desde Charlie Parker, que no ha pasado nada. Labor del artista es despertar a los dormidos y liarla, y liarnos. Es por eso que necesitábamos a Llibert Fortuny y su "aquí estoy yo" torero con que se presentó en plaza grande, como es la Villa y Corte. Y ahí estuvo, el sábado, en el salón del INEF, y, con él, los muchos que acudieron a verificar la leyenda de un músico con leyenda, aunque apenas ha tocado fuera de su terruño. La cosa es que Llibert, 28 años mal contados, podría tocar las cosas que se supone que tocan los músicos de jazz y, de hecho, lo hace , cuando le apetece. Lo del INEF era otro asunto. Se trataba de presentar, y presentarse, a través de la propuesta jazzística y eléctrica contenida en un disco formidable, Revolts.
Llibert Fortuny Electric Quartet
Llibert Fortuny, saxo alto; David Soler, guitarra; David González, bajo; Dani Domínguez, batería. 23 de abril. INEF, Madrid.
O sea, que no habíamos ido a escuchar al saxofonista, que también, pero no como cuando uno va a un concierto de jazz dígase "normal". Quien fue pensando en encontrarse con el jazzman improvisando sobre All the things you are debió llevarse una buena plancha. Este Electric Quartet es lo que su propio nombre indica, un proyecto colectivo y eléctrico, con un guitarrista cuyo instrumento suena a cualquier cosa y un saxo que se desdobla en otros muchos. Algo que el líder presentó como "evolución sonora" y viene a consistir en que no hay nota que suene sin samplearse. La derivación natural del asunto lleva a la frase corta e incisiva, al riff, y a combinar las frases entre sí según procedimiento que uno asocia con las corrientes minimalistas.
Otros terrenos
Lucubraciones, las justas: en sus vuelos estratosféricos, Fortuny somete a un férreo marcaje a su sección rítmica y eso le lleva a terrenos que, en otros tiempos, no estuvieron tan alejados del jazz -Zappa- y hasta al heavy metal (Simbiosi). Es música de climas antes que de temas y con un director de orquesta que no se esconde en ningún momento. El catalán es un crack, su espacio natural es el borde del área, pero también es un jazzista de ley.
En su relación con la materia jazzística, Fortuny mantiene las distancias; cita el standard con sentido irónico, poniendo en duda la naturaleza de la interpretación de jazz, de un modo similar, hasta cierto punto, a como hiciera James Carter en su discutido concierto del jueves. También el catalán gusta de condimentar su propuesta con esas pequeñas "provocaciones al burgués" que son la sal y la pimienta. Una emisión de Radio -Carrusel deportivo- que surge de alguna parte: Clónicos hicieron lo mismo en un Festival de Jazz de San Isidro y aún hay quien recuerda la hazaña con espanto. Que, después de darlo todo, no llegara a rematar la faena puede considerarse un pecado de juventud. Porque esto es solo el comienzo.
Babelia
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