Nazis y gays
La Noche de los Cuchillos Largos, 30 de junio de 1934, unos 200 dirigentes de extrema derecha que optaban al poder fueron asesinados por los hombres de Hitler para, digamos, quitarse de encima la concurrencia. Hitler dijo que había sido una limpieza de homosexuales, y que muchos habían sido sorprendidos en la cama. Esta extraña excusa fue aceptada al igual que se aceptó la de los judíos, gitanos, comunistas. Para que pareciera verdadera excusa, los nazis continuaron persiguiendo homosexuales.
Unas 130.000 personas fueron llevadas a campos de concentración: unos 2.500 dirigentes obreros, principalmente comunistas, fueron asesinados inmediatamente. Martin Sherman, autor de teatro, guionista de cine, actor, escribió la pieza Bent (en argot gay) para expresar aquella tragedia, desde la base de que se había ocultado tanto por los asesinos como por las otras víctimas y sus supervivientes, que no querían "mezclarse". En la misma obra se muestra una dureza mayor de los guardianes nazis con los homosexuales que con los judíos. Pero la obra contiene otras historias. Una primera parte en la que tras unas canciones y un espectáculo de travestidos, a mi juicio sobrantes porque distraen del verdadero objetivo teatral e identifican el espectáculo con los tópicos de Cabaré, se muestran las dudas ante la persecución, con el famoso "¿Por qué a nosotros, por qué hemos de huir, qué mal hemos hecho...?". Unas dudas que hicieron mas larga la lista de víctimas.
Bent
De Martin Sherman. Traducción de Ana Isabel Font Mosquera. Intérpretes: Daniel Freire, Luis Callejo, Nacho Guerreros, Juan Sinmiedo, Juan Carlos Badillo, Gonzalo Lisiardi, Oskar Redondo, Miguel Galavis, Fernando Sánchez, Diego Gonzalo Pérez. Iluminación: Eduardo Cueto. Vestuario: Alejandro van Rooy. Escenografía: Clara Notari. Directora: Gina Piccirilli. Nuevo Teatro Alcalá.
Historias de amor
La segunda parte es una historia de amor frustrada y otra que nace en el campo de concentración: es la verdadera obra. El amor entre un gay que se ha hecho pasar por judío para obtener mejor trato y uno verdadero: en pie, recogiendo piedras -el trabajo enloquecedor en el campo-, se intercambian palabras amorosas y sexuales, se imaginan una relación carnal verdadera y llegan al orgasmo. Es quizá lo mejor escrito y realizado de la obra, y no es inverosímil: se sabe de sobra que esta especie de coitos sin tacto, solo verbales, se realizan muchas veces, sobre todo por teléfono.
Los intérpretes de esta escena dan realidad y naturalidad a lo que les sucede y añaden con su personalidad la idea principal, o la tesis, de la mayor persecución a los homosexuales. La dirección lo logra muy bien. A mi juicio, hubiera sido mas lógico que los uniformes fueran realmente nazis, y no imaginarios; y que se suprimiera la parte digamos folclórica, con su inevitable Lilí Marlene. Es igual: la obra y los actores sostienen el interés todo el tiempo, y los sucesos se siguen con la emoción que puede comunicar el teatro. El público se suma a la tesis, y a la denuncia del nazismo, y aclama al final.
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