El revisor millonario
Un inversor de éxito vive su amor a los trenes en una línea de Nueva Jersey
Hay aficionados a los trenes y aficionados a los trenes, y luego está Walter O'Rourke. Una tarde, en la estación de Pensilvania, O'Rourke, un revisor del Nueva Jersey Transit, abrió las puertas de su tren y una riada de codos y maletines, mochilas y periódicos entró apresuradamente. Con su gorra de gendarme ladeada y las gafas resbalándole de la nariz, O'Rourke sonrió y dijo: "No hay ningún otro sitio en el que me guste más estar".
No estaba bromeando. De hecho, hay muchos otros sitios donde O'Rourke, de 65 años, podría haber estado. Podría haber estado en su cabaña de madera de Towsend, Delaware, que se alza en medio de 57 hectáreas. Podría haber estado en una de sus dos casas de Florida. O podría haber estado dirigiendo su propia línea de ferrocarril, la que tiene en Virginia occidental. Pero aquí estaba, un millonario de los negocios, de las inversiones en seguros y bienes inmuebles, picando billetes en un tren de cercanías. "No necesito el dinero", explica, "necesito el empleo".
"¿Por qué un hombre no puede amar lo que hace para ganarse la vida", se pregunta Walter O'Rourke
Walter Joe O'Rourke, que nunca contrajo matrimonio, está casado con las vías. A pesar de haber ganado más de un millón y medio de euros el año pasado con sus inversiones, va traqueteando como revisor de tren, para recibir un salario base de 40.000 euros al año. "Calderilla", dice O'Rourke. "Pero me permite hacer lo que más me gusta". Nacido el 14 de diciembre de 1939 en Forth Worth, O'Rourke proviene de una familia de ferroviarios. Siendo estudiante en Miami, donde se crió, se ofreció voluntario para trabajar en el Museo del Ferrocarril Gold Coast de la ciudad universitaria, empleando horas en ayudar a restaurar el equipamiento y haciendo de cobrador en los trenes que recorrían un corto tramo de vía.
Después de tres años en el ejército, O'Rourke se matriculó en Derecho en la Universidad Little Rock. "Sabía que lo que yo quería era emprender mi propio negocio", afirmaba, "así que solamente me apunté a las asignaturas que me parecía que podrían servirme para gestionar los contratos y temas relacionados". Dos años más tarde, aquella estrategia rindió sus frutos. O'Rourke, que entonces tenía 30 años y trabajaba para el Estado de Arkansas, invirtió 80.000 dólares en la compra de H&W Rail-way Contractors, una pequeña empresa que reparaba vías de tren en Arkansas y Tejas. En 1971 llegó el tren de O'Rourke. Una empresa más grande le compró el negocio por un millón de dólares de los de entonces. Empezó a invertir en bienes inmuebles.
En el año 1978, cuando O'Rourke vivía cómodamente de sus inversiones, se fijó en un anuncio de un periódico: la Compañía Petrolífera Árabe Americana buscaba un asesor para los ferrocarriles saudíes. Ante la oportunidad de reavivar su primer amor, con 110.000 dólares al año, O'Rourke pronto hizo las maletas. Durante 10 años supervisó una línea de mercancías que transportaba petróleo desde el puerto de Damman, en el golfo Pérsico, hasta Riad. En 1988 volvió a Delaware y a su cabaña de troncos. Durante 10 años mantuvo un empleo de bajo sueldo como revisor de la línea de ferrocarril entre Maryland y Delaware. En 1997, O'Rourke hizo realidad su gran sueño. Se convirtió en el principal accionista de Durbin & Greenbrier Valley Railroad.
O'Rourke ingresó en Nueva Jersey Transit como revisor en 1999, un empleo del que se jubilará este mes. "Siempre quise trabajar en una línea real, profesional", explicó. "Me doy cuenta de que algunas personas, especialmente algunos de mis compañeros de trabajo, pueden considerarme un perro verde", señala O'Rourke, echando unas gotas de aceite a su nueva locomotora. "¿Pero quién ha dicho que un hombre no pueda amar lo que hace para ganarse la vida?".
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