Los acentos de luz de las imágenes de Pedro Luis Raota resurgen en una exposición en Pamplona

Al primer golpe de vista, la grafía del fotógrafo argentino Pedro Luis Raota (1934-1986) ilumina la retina de forma indiscutible. Raota expuso en San Sebastián en 1975. Al año siguiente, conoció los sanfermines y su amistad con el fotógrafo navarro Félix Aliaga fue tan estrecha que se transformó en el regalo de una magnífica colección de fotografías ahora expuestas en Pamplona. La Agrupación Fotográfica de Navarra, que este año celebra su cincuentenario, rinde así homenaje a los acentos de luz de un artista que fue galardonado en numerosos lugares del mundo.

El currículo de premios de Raota parece inacabable. En 1969, recibió el premio al mejor reportero gráfico del mundo. Al año siguiente, ganó el Gaviota de Oro en el Certamen Mundial de la Fotografía en Lisboa. Entre 1971y 1973, obtuvo el primer premio del Salón Internacional de Hong Kong. En 1972, el Trofeo Georges Pompidou y el Trofeo Charles Kingsley del Certamen Mundial de Fotografía de Nueva York. Y aún restan otros muchos, como el Premio Pravda-74 o el primer premio del Salón Internacional de Fotografía Periodística de Washington en 1977, año en el que publicó su primer libro. En 1978, la Biblioteca Nacional de París incluyó una colección de 60 obras del autor argentino en su galería permanente.

Ahora, pocos meses antes de que su obra sea objeto de una nueva exposición en Polonia, la Agrupación Fotográfica de Navarra ha reunido una veintena de imágenes de mediano formato pertenecientes a la colección Aliaga. Son fotografías en blanco en negro en las que los fuertes tonos de luz resaltando sobre fondos oscuros evidencian la marca registrada de su trabajo, tomadas siempre en placas Hasselblad de seis por seis centímetros. "La fuerza de expresión del retrato social de Raota", señala Pío Guerendiain, presidente de la Agrupación, "nos habla de un fotógrafo con una extraordinaria sensibilidad, creador de imágenes llenas de patetismo, de ternura, de alegría o de impotencia".

Raota retrató gauchos, niños, obreros, ancianos, campesinos y familias. Lo hizo en la Pampa, en los Andes, en los países del Este de Europa, pero también se recreó con igual soltura ante paisajes de relevante teatralidad, ante imágenes de un fotoperiodismo de gran precisión o con creaciones cuya composición desafía la imaginación del espectador.

La muestra de la galería pamplonesa, que permanecerá abierta hasta el 29 de abril, presenta un conjunto de fotografías no muy conocidas, cuyo valor se engrandece ante la evidencia de una presentación renovada. Tomadas en los años setenta, todas ellas presentan como nexo común la ilimitada humanidad de unos personajes inmortalizados en vivencias comunes que fueron transformadas en una magia de luz por obra y gracia de la técnica fotográfica de su autor.

Adelantándose a las técnicas digitales, Raota plasma retazos de una realidad que parecen sacados de un escenario teatral, cuyos protagonistas tienen una desgarradora fuerza en su mirada. Sólo la elegancia de los encuadres y el tamiz de la luz parecen poder competir con el magnetismo de los ojos, reclamo del alma de los seres que pueblan sus fotografías.