Artistas
El gremio de actores y cantantes amenazan con una huelga para denunciar la existencia de copias ilegales de sus obras que se venden en las calles o se "bajan" de Internet. Para ello, además, cuentancon el apoyo de los medios de información de forma gratuita, desde los que, insistentemente, piden a la población que no compre a bajo precio lo que debería hacerlo a otro que supone, como poco, el triple de lo que se puede encontrar encima de las mantas que abarrotan las principales calles de las ciudades bajo los cuerpos enjutos y mal vestidos de los vendedores inmigrantes. El Gobierno, por su parte, se ha hecho eco de estas demandas del mundo del arte y va a proponer una serie de medidas -sancionadoras, como siempre- contra la piratería.
En los últimos años, sin embargo, cientos de empresas han cerrado en el Estado dejando en la calle a miles de trabajadores y trabajadoras. En muchos casos, el motivo ha sido el traslado de las mismas a lugares donde la mano de obra es más barata, lo que supone que el precio de los productos que elaboraban no ha podido competir con el de los fabricados en otras partes del mundo donde se pagan salarios de miseria. Se han dado incluso casos en los que las empresas se han trasladado a otro lugar aun teniendo beneficios, dejando a muchas personas en la calle u obligándolas a cambiar su entorno vitaly modo de vida.
Cuando se cerraron esos cientos de empresas, a pocos, ya fuesen artistas, políticos, etcétera, se les ocurrió pedir a la población que dejara de comprar los productos que ellas mismas u otras empresas, explotadoras de la mano de obra de los países pobres, fabricaban para ponerlos en el mercado con otro made in. Pensar que el problema de quien se dedica al arte es ajeno al funcionamiento de la economía de mercado en su conjunto es, o pura ignorancia o desconexión con la realidad.
La solución a su situación no debería ser distinta a la que exige la realidad vital de muchos trabajadores en paro o en situación de semiesclavitud o explotación. Hacer frente a ésta es hacerlo a aquélla, es reconocerse como alguien a expensas de las veleidades inmorales de un sistema económico que nos afecta a todos -a la mayoría de modo negativo-; requiere repensar la realidad e intentar descubrir caminos donde la justicia prime sobre el interés y la solidaridad sobre la competencia. Para ello es preciso, además, descubrirse como iguales a quienes han sufrido y sufren mayores injusticias que nosotros en cualquier parte del mundo y enfrentarse a las causas de toda explotación. Por todo lo cual, las medidas que el Gobierno va a tomar, y que tanto aplauden los representantes del mundo del arte, no dejan de ser un privilegio y, por tanto, una injusticia, porque ese interés y preocupación que manifiesta no ha existido cuando las damnificadas han sido las personas ajenas al mundo del arte.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.