La sabia ironía del cosmopolita
Ya durante su vida, los críticos señalaron que don Juan Valera constituía, dentro de la literatura española de su tiempo, un caso absolutamente singular.
El más inteligente de todos ellos, Clarín, lo califica como "la esfinge de nuestra literatura: hablar de Valera es exponerse a no acertar". A Clarín se debe la expresión que he tomado como subtítulo del libro que ahora publico sobre Valera: "La música de la vida".
Cien años después de su muerte, esa singularidad constituye, sin duda, la raíz fundamental de su atractivo. No le entendieron en su tiempo... ni mucho tiempo después. Todavía hoy, algunos lo reducen a un novelista regionalista, algo así como Pereda, y sus novelas, a obras "rosa", para adolescentes, sentimentales, con final feliz. Con sus ironías y cautelas, ¡a cuántos ha engañado!
Si tuviera yo que resumir en una sola palabra el sentido de su obra literaria, no dudaría en elegir ésta: ironía. (Lo mismo haría en el caso de Cervantes, por cierto). Leemos a Juan Valera con una sonrisa -admirativa y cómplice, a la vez- semejante a la que suscita la lectura del Quijote. Eso, obviamente, sólo lo consiguen los muy grandes. Su ironía incluye sentido del humor, alegría y, también, burla de casi todo, incluyéndose a sí mismo. Obviamente, él no puede quedar exento de esta ley universal. (Decía Cortázar: el humor "is all pervading or is not").
Sabe ver Valera el haz y el envés de las cosas, comprueba que todo puede ser, a la vez, una cosa y su contraria. (Ya Cervantes había inventado genialmente el "baciyelmo"). Sobre todo, en su terreno preferido, el de los ocultos matices de los sentimientos. Además, Valera utiliza continuamente cautelas, disfraces, máscaras, ambigüedades. Conoce muy bien la sociedad en que vive y eso no le libra de bastantes críticas escandalizadas: "¿Cómo quieres tú que en España, sin inutilizarme para todo y para siempre, hubiera podido yo decir tales cosas sin velarlas con reticencias o ironías?". También a Cervantes le llamaron algunos "hipócrita"...
Se singularizaba Valera de sus contemporáneos por muchas cosas: el cosmopolitismo, la sólida formación clásica, la permanente adoración a la mujer: "Esta afición mía a las faldas es terrible...". Le hubiera gustado haber vivido en la Grecia o Roma clásicas, en la Florencia del Renacimiento, en el ilustrado siglo XVIII. Se situó al margen de su tiempo, de los géneros y estilos predominantes: no entendió la gran novela realista, ni apreció la romántica, ni, mucho menos, la de tesis o naturalista. Por eso son tan singulares sus novelas. Hoy podemos entenderlas mejor que en su tiempo por dos razones. Ante todo, porque disponemos de su Correspondencia: la más importante de toda la literatura española, una auténtica joya, que está editando ahora Leonardo Romero.
En sus cartas cabe todo. Escribiendo, por ejemplo, desde Río de Janeiro a su amigo y maestro Estébanez Calderón, puede pasar, en un solo párrafo, de informarle de sus hallazgos bibliográficos a ponderar las cualidades anatómicas de ciertos órganos de las mulatas brasileñas y la deleitosa consecuencia que esto trae consigo.
Además, hoy tenemos un concepto mucho más amplio de lo que es la novela. Siguiendo a Azaña y Montesinos, parece evidente que Valera no es un rezagado sino que se anticipa. Las novelas de Valera las puede entender mejor un lector de Aldous Huxley o Thomas Mann que el acostumbrado a los relatos de Fernán Caballero, Alarcón o Pereda.
Ningún narrador español del XIX le aventajaba en el uso del bisturí para desgarrar los velos con que se encubre el corazón humano. La clave es su "invencible amor a la vida". Lo expresa mejor que nunca en una carta a su amigo Laverde: "Sin este amor a la vida, ni los individuos ni los pueblos suelen hacer nada bueno". Esto es lo que supo descubrir, en Valera, el agudísimo Clarín: "Esa música de la vida, esa composición armónica de la propia existencia". Si sabemos escucharla, esa música de la vida sigue sonando siempre, para nuestro deleite, en la obra de don Juan Valera.
Andrés Amorós]]>es autor de La obra literaria de don Juan Valera. La música de la vida (Castalia), de próxima aparición.
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