La belleza enclaustrada
Por una feliz casualidad coinciden en Madrid dos exposiciones cuyo contenido no se puede saldar con la simple fórmula de "arte religioso", no porque no sea éste el contenido de las tres cuartas partes del patrimonio histórico-artístico occidental, sino por su singular especificidad, que encarece su respectiva importancia. En el caso de la dedicada al ajuar y decoración del monasterio de Las Huelgas, creado por voluntad de Alfonso VIII y su esposa Leonor de Aquitania, convirtiéndose ab origine en panteón real, porque no sólo rememora una fundación histórica de la mayor enjundia de la Edad Media de nuestro país, sino porque incide en un aspecto, el de las vestiduras, que se puede calificar, sin exagerar, como único en el mundo. En el caso, no sólo artístico, sino antropológicamente curioso, de las "monjas coronadas", que tuvo un particular esplendor en el arte iberoamericano, porque, a través de un conjunto de pinturas de los siglos XVIII y XIX, nos adentra en un universo de misterio, pleno de sugerencias y connotaciones. En ambas muestras, a pesar de la distancia cronológica y el alcance que las separa, cabe usar la metáfora expresiva de ser representación de la "belleza enclaustrada".
VESTIDURAS RICAS. El Monasterio de Las Huelgas y su época 1170-1340
Salas de exposiciones del Patrimonio Nacional
Palacio Real. Bailén, s/n. Madrid
Hasta el 19 de junio
MONJAS CORONADAS. Vida conventual femenina
Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Alcalá, 13. Madrid
Hasta el 15 de mayo
En relación con la exposición de Vestiduras ricas, hay que señalar que es una de esas sorpresas impresionantes que nos suele reservar la gestión actual del Patrimonio Nacional. Comisariada por uno de nuestros mejores especialistas en arte medieval, Joaquín Yarza, esta muestra rebasa con mucho lo que promete el título. En ella se reúnen casi setenta piezas de tejidos y diversas prendas de vestuario, pero, junto a ellas, entre los siglos XII y XIV, libros miniados, esculturas, ataúdes forrados y otros muchos enseres, entre los que está el Pabellón de la Batalla de Navas de Tolosa, por nombrar algo espectacular. Luego nos encontramos con el pellote y la saya encorsetada de doña Leonor de Castilla, las ropas de doña Berenguela, reina de León y Castilla, el pellote, la aljaba, el bonete ceremonial, el manto y el cinturón del infante don Fernando de la Cerda o el mismísimo manto de don Alfonso VIII, nos avisan acerca de la riqueza única de lo que ahora se exhibe. Una muestra única e irrepetible.
La muestra de Monjas coronadas es de muy distinta ambición, con prendas pictóricas de calidad artística modesta, pero de un interés antropológico de primera. Son las pinturas que celebran la entrada o desposamiento con Cristo de las monjas, que iban ataviadas como novias en dicho ceremonial, o, en su caso, las que evocan su defunción, revestida asimismo con el jovial ornato de quien espera, tras la muerte, el encuentro con el divino Esposo. La visión latinoamericana, y, en especial, la mexicana, de este prototipo tiene, las más de las veces, ínfulas barrocas, plenas de esplendor, pero, más allá de la imaginación de los adornos florales, toda esta parafernalia ceremonial nos adentra en un mundo misterioso y apasionante, que nos habla de la historia de la mujer, sus cuitas y otros muchos datos al respecto.
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