El Villarreal cae con grandeza
El conjunto de Pellegrini es eliminado por el AZ Alkmaar pese a su excelente media hora final
Nadie negará a Riquelme la insistencia, la fe en sus posibilidades, su enorme capacidad de desequilibrio. Ayer se sobrepuso a todo. A decenas de patadas, empujones y kilos de frustración por no poder comenzar su sinfonía. Hasta que lo logró. En su enésimo centro, embocó Figueroa a gol y el Villarreal se destapó. Puso el recoleto estadio del Alkmaar en un puño. Demostró ser mejor. Pero se quedó corto. Sá disparó a las nubes una soberbia combinación. Fue una media hora final extraordinaria del conjunto de Pellegrini, pero le faltó gol. Seguramente, el de Forlán, que no ha podido participar en la competición. Y ha sido una ausencia determinante. Se consumó el desastre español. Desde la temporada 1989-90 no ocurría un desastre así, sin ningún representante en las semifinales europeas.
AZ ALKMAAR 1 - VILLARREAL 1
AZ Alkmaar: Timmer; Opdam, Mathijsen (Jaliens, m. 16), De Cler; Komkramp, Sektioui, Landzaat, Lindenbergh; Van Galen (Huysegems, m. 46), Nelisse (Buskermolen, m. 66) y Pérez.
Villarreal: Reina; Sá, Gonzalo (Quique Álvarez, m. 46), Peña, Arruabarrena; Riquelme, Josico (Guayre, m. 29), Senna, Sorín; José Mari y Lucho Figueroa.
Goles: 1-0. M. 8. Kenneth Pérez, desde la frontal. 1-1. M. 71. Figueroa, a centro de Riquelme.
Árbitro: Roberto Rosseti, italiano. Expulsó a Opdam con doble amarilla y a José Mari con roja directa (m. 20) después de que éste repeliera la entrada del holandés. Amonestó a Gonzalo, Riquelme, Quique Álvarez y Lindenbergh.
Unos 8.000 espectadores en el estadio Alkmaarderhout.
Del AZ se sabía de su fútbol dinámico, atrevido y eficaz. Y a eso se dedicó en los primeros 15 minutos, tiempo suficiente para ponerse por delante con un buen disparo enroscado de su internacional danés de madre española, Kenneth Pérez, delantero de técnica indiscutiblemente latina. Fue el mejor del AZ, junto a las arrancadas de Kromkamp, el corpulento lateral derecho seguido por varios equipos europeos, entre ellos el Madrid.
Después, ya no. Hubo una transformación. El cuadro holandés mostró su lado oscuro. Pendenciero. El primero en demostrarlo fue su entrenador, Co Adriannsen, que ya en el minuto 1 se había ido a por el cuarto árbitro con las venas hinchadas del cuello, recibiendo por ello el saludo jocoso de la grada. Fue el preludio de una serie de empujones dentro de su área y patadas hasta que se acabó la impunidad, en el 20, y el árbitro expulsó a Opdam por una fortísima entrada a José Mari. Ventaja inesperada que el Villarreal iba a desaprovechar de manera lamentable e inmediata. José Mari repelió la agresión con una patada desde el suelo y también tuve que irse. No es la primera vez que no sabe controlarse el sevillano y perjudica gravemente a su equipo. Ya lo hizo hace meses ante el Lazio.
Pellegrini hubo de pensar otro partido, más desatado, más loco, más profundo. De ahí, que retirara poco después a uno de sus mediocentros, Josico, por un delantero, Guayre. El Villarreal atacó con todo, pero no supo cómo. Riquelme fue sometido a un marcaje agresivo y pesadísimo: caían sobre él como moscas los defensores. Sabían que era el hombre a batir. Acabó desquiciado en el primer periodo el argentino y se apagó el faro del Villarreal, cuyo ataque se convirtió en un embudo. Sin los desmarques de Forlán, se hizo previsible, reiterativo y contumaz en sus intentos de avanzar por el centro. Ya que Pellegrini renuncia conscientemente a las bandas, un arma que quizá habría sido necesaria. Parecía la única manera de abastecer a Lucho, un delantero muy distinto a Forlán. Un rematador que juega demasiado fuera del área y con nefastas consecuencias para su prestigio. Aunque al final lo recuperó. Se unió en el último tramo del encuentro a la fiesta de Riquelme. No sólo porque remachó por fin uno de sus centros, sino porque abrió con sus inteligentes movimientos un puñado de agujeros para sus compañeros. Sin embargo, uno de ellos, Sá, lo desaprovechó.
Precisamente así, por el extremo izquierdo, arrancó el Villarreal la segunda parte y metió el miedo en el cuerpo al cuadro local con un centro raso de Sorín. Era la manera y poco después Sá probó a centrar desde el extremo derecho. De nuevo sin rematador. Sí lo hubo más tarde en un cabezazo picado de Figueroa que salvó el meta Timmer. Embotelló el Villarreal a su rival, que ya quiso vivir de las rentas. Pero volvió el conjunto castellonense a caer en su propia trampa, la negación de las bandas. Hasta que cayó un rebote a Riquelme, que lo mandó a la esquina del área. Allí amagó varias veces antes de centrar raso, preciso, un caramelo que, por fin, se zampó Figueroa. Destapada la cazuela, el Villarreal se sintió liberado, más suelto, decididamente convencido de su superioridad. Enseñó su mejor fútbol, llegaron las ocasiones constantes, tembló el pequeño estadio del Alkmaar. Riquelme envió una falta maravillosa que dejó petrificada a la barrera, al portero y al estadio entero, pero golpeó en la parte interior del poste, pese a lo cual se fue fuera. Se acabó el sueño europeo del Villarreal. Eso sí, inmerecidamente.
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