La revolución se empieza por el tejado
El tejado es el refugio de los inconformistas. Gatos solitarios, niños rebeldes, amantes despechados, suicidas de pacotilla y violinistas exaltados encuentran entre antenas y chimeneas un osado escenario para gritar su rabia al mundo. Y eso que no resulta nada fácil encaramarse hasta ahí arriba sin romperse la crisma. Los arquitectos tradicionales, fieles aliados del sistema, se las ingenian poniendo aviesas trampas: inclinaciones homicidas, frágiles canalones o tejas movedizas. Todo lo contrario de Enric Ruiz-Geli, capaz de poner en pie una futurista y subversiva casa que se ha puesto el jardín -o el huerto, según las inquietudes del propietario- por montera.
Acompaño al audaz arquitecto en una visita de obras repleta de revelaciones. Villa Bio, que así se llama la vivienda, ha florecido, entre la incomprensión y la burla del vecindario, cual semilla caída de una extraña galaxia, en una de las últimas parcelas libres de la urbanización Montserrat, un barrio apacible y aburguesado de las inmediaciones de Figueres. Su audaz diseño ha roto la convencional uniformidad -a menudo ostentosa- de los chalés con piscina del entorno. La vivienda se parece a muchísimas cosas, pero en casi nada a una casa. En una encuesta de urgencia entre ajetreados operarios y mirones furtivos, gana la comparación con un búnker, aunque la pista de esquí y el portaaviones le siguen de cerca. Los niños -siempre más perspicaces que los adultos- dicen que es la casa de los Teletubbies. El arquitecto aclara que su diseño busca integrar la vivienda en la naturaleza ondulante del entono. La casa parece también una sección topográfica del terreno, como si un cuchillo gigante hubiera cortado y levantado una enorme porción del manto terrestre buscando cobijo en su interior. No resulta extraño que el figuerense Ruiz-Geli, que dirige el estudio barcelonés Cloud 9 y ha pergeñado originales escenografías teatrales, fuera el único arquitecto incluido en la exposición Dalimitar. Artistas en los límites de la dalinidad, celebrada durante el Año Dalí. Villa Bio, con unos 450 metros útiles, busca el equilibrio entre muros de hormigón de 70 centímetros -con diminutas aberturas circulares que recuerdan a los ojos de buey de un barco- y grandes superficies acristaladas. El tejado, previamente impermeabilizado, se ha cubierto con una capa de tierra hidropónica -con una alta concentración de nutrientes- capaz de hace crecer un huerto o un jardín en sólo siete centímetros de grosor. La tierra actúa también como aislante térmico. Las escaleras entre sus dos plantas han sido sustituidas por rampas. La proliferación de habitaciones ha sido descartada en beneficio de grandes y luminosos espacios. Las escasas divisiones del interior se han realizado en mosaicos de cristal de tonos azulados. La piscina, todavía por construir, tendrá una ventana de cristal que comunicará con el garaje y suministrará al inmenso sótano la luz azulada filtrada a través del agua. "Queremos llevar la arquitectura elitista a la clase media", aclara Ruiz-Geli. Al parecer, Villa Bio no ha resultado más cara que otras casas de la urbanización.
En una urbanización cerca de Figueres ha surgido una casa futurista, firmada por el arquitecto Enric Ruiz-Geli. Tal vez el modelo se extienda...
Durante mi visita, la casa bulle de actividad. Deambulan por ella apóstoles del último grito tecnológico. Jaume Mas, asesor luminotécnico de la marca iGuzzini, ha instalado luces inteligentes capaces de modificar la intensidad y la temperatura de color. Mediante una tarjeta en la que conste la latitud de la vivienda, la iluminación reproduciría con total exactitud la luz natural en cada momento del día. Me sorprenden también otros modernos gadgets, como un sistema de telescopios que captan luz solar desde el tejado, la hacen pasar por un tubo y la proyectan al interior con la intensidad de una gran ventana. Coincido también con Josep Maria Pujol, que comparte la doble condición de vecino y técnico de impermeabilización. Pujol confiesa que el primer comentario de muchos vecinos ante la casa fue: "Collons!". Le pido que desarrolle esta opinión y añade, sin mojarse demasiado: "Es diferente. En mis 40 años en la construcción nunca había visto nada igual". En estas, aparece la propietaria y futura moradora de la casa, Giovanna de Uzin. Cuando le pregunto si no temen convertirse en centro de atracción, en una rareza de la urbanización, me confiesa que ella y su marido son "muy pasotas". Y sus dos hijos, de dos años y cuatro meses -edad obliga-, todavía más. Giovanna recuerda que los escépticos auguraban que la especie de proa suspendida en el aire -en la que precisamente se aloja la habitación de matrimonio, con espléndidas vistas- se vendría abajo al retirar las vigas. Ignoraban que un ingeniero de puentes y caminos había calculado la estructura. "Los vecinos ya se acostumbrarán", asegura Giovanna. "Creo que la casa está de acuerdo con nuestra forma de vida: queríamos grandes espacios, mucha luz, pocas escaleras y buenas vistas. Y aunque el diseño fue cosa del arquitecto, nos encanta". Enric Ruiz-Geli admite que su obra tiene vocación provocadora. "Pero no para saciar nuestro ego, sino para generar un debate", aclara. Muchos de los sorprendidos visitantes de Villa Bio confiesan que ignoraban que una casa así fuera posible.
Mientras paseo por el tejado huerto de Villa-Bio se me ocurre una malévola explicación a las críticas de los vecinos. La vivienda futurista les ha puesto 50 años encima a las casas del entorno, convirtiéndolas súbitamente en auténticas antiguallas. La provocación llegará al máximo cuando la "pasota" familia de Villa Bio monte su tertulia sentada en el círculo de rocas dispuesto en un extremo de su huerto tejado, una especie de Stonehenge a la medida humana. "Tal vez sea una invitación a que los vecinos se revolucionen un poco y suban también a sus tejados", bromea Ruiz-Geli. ¿Y si lo hacen? ¿Y si Villa Bio se convierte en la semilla de una revolución que sacude la confortable urbanización Montserrat, rompe sus fronteras y se extiende por los tejados del mundo con la fuerza de la tramontana? ¿Y si resulta que la revolución sólo puede empezarse por el tejado?
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