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Reportaje:

Los ultimísimos

El espectáculo 'Wamba va!' supone la irrupción de un nuevo grupo de poetas

El Mercat de les Flors acoge hasta hoy una muestra de lo último, el espectáculo Wamba va!, escrito a ocho manos por cuatro jóvenes poetas: Gerard Altaió, Eduard Escoffet, Josep Pedrals y Martí Sales. Wamba va! convierte el Mercat en la feria dels Encants. Al entrar en la sala Maria Aurèlia Capmany, convertida en una especie de garaje sin butacas, el espectador se encuentra con un coche semienterrado bajo montones de libros. Dentro, un grupo de invidentes capitaneadas por Marta Frauca lee en braille un texto enigmático: "Quizá en las afueras todavía quede algo de verdad".

Seguidamente asistimos a una representación de Esperando a Godot en valenciano sobre un escenario que va desapareciendo progresivamente, tapiado por un muro de libros de la Abadía de Montserrat. Luego entran en la nave del Mercat hasta cinco coches pilotados por los actores, que van a borrar la frontera entre la acción de la obra y el público: un joven desnudo pide a una espectadora que le ayude a ponerse los calzoncillos. En otro rincón, una pareja se enrosca en un beso interminable al lado de una escalera de aluminio y una gallina sale a pasear calzada en unos calcetines de bebé. Un coro que canta Rosor, llum de la meva vida, un camarero que ofrece sobre una bandeja rayas de coca con limón, un grupo de bailarines que danzan al son de un concierto de cláxones van generando una complicidad con el público, que se pasea y husmea por el Mercat casi sin poder distinguir quién compra y quién vende. De repente, oigo una voz que declama sobre la patrística griega: me giro y veo al crítico Jordi Galves hablando con Sergio Vila-Sanjuán, el comisario de l'Any del Llibre. ¿Forman parte del espectáculo o son espectadores como los demás?

El escenario del Mercat es tapiado con libros de la Abadia de Montserrat
El efecto poético no queda lejos del registro de Joan Brossa

Wamba va! despega con la escena final. Dos actores y dos actrices se insultan y se seducen en una larga imprecación poética construida exclusivamente de proverbios y modismos. A partir de una retahíla aparentemente inconexa de frases hechas que se vierten en dobles sentidos obscenos e irreverentes se construye también una peripecia cómica con su argumento teatral: dos parejas que buscan plan se enzarzan en una provocación verbal. Cada frase pronunciada por los actores suena como una desviación cómica de la anterior, una corrección imposible de lo antedicho que sólo sirve para empeorar las cosas. El efecto poético de este texto escrito a ocho manos no queda muy lejos del registro lírico-paródico de Joan Brossa.

Al final del espectáculo, Hermann Bonnin, director del Espai Escènic, se felicitaba del resultado. Los poetas se acercan al teatro. Los dramaturgos deben considerarse también escritores. En el teatro de hoy existe un divorcio entre dramaturgos y poetas que esta nueva generación podría superar.

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Producido en el marco del Barribrossa 2005, Wamba va! supone la irrupción de un nuevo grupo de jóvenes escritores nacidos a finales de la década de 1970 con un modus operandi que los distingue de sus immediatos predecesores, los Imparables. Si Sebastià Alzamora y compañía escriben una poesía discursiva, que los hace derivar hacia el ensayo o la novela, estos ultimísimos poetas buscan un contacto directo con el público y sus acciones poéticas desembocan felizmente en la teatralidad. Altaió, Escoffet, Pedrals y Sales conectan con la poesía escénica de Brossa y la oralidad de los versos de Casasses. Y aunque no lo parezcan, los ultimísimos son también cultísimos. Su orientación interdisciplinar, sus artículos en la prensa y sus lecturas así lo demuestran.

Al final del espectáculo, un muro de libros de la Abadía de Montserrat acaba por tapiar completamente las voces de Vladimir y Estragón. El público aplaude.

Antes de irme, me ofrezco voluntariamente para llevarme un libro a casa: Diari d'un exiliat, de Ramon Moral i Querol.

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