Memoria republicana en Toulouse
La ciudad del sur de Francia late al ritmo de su vida universitaria
Fui de España a Toulouse (o Tolosa) en plena ola de frío polar. Aunque en Toulouse también me esperaba la nieve, la capital de la región de Midi-Pyrénées es hoy un lugar cálido para los españoles. Muchos de sus 700.000 habitantes tienen alguna ascendencia hispana, y bastantes hablan algo de castellano. Ello se debe a que de los cientos de miles de republicanos que, en 1939, huyeron de Franco, casi 40.000 recalaron en Toulouse. Fueron internados en campos. El Cervantes y un festival cinematográfico, Cinespaña, acentúan la presencia cultural española en la ciudad.
Tolosa es la cuarta ciudad de Francia por número de habitantes. Su Universidad, fundada en 1229, es la segunda más importante del país, y más de 100.000 estudiantes hacen que sea una ciudad viva y animada. Su historia está marcada por la herejía cátara y las Cruzadas que acabaron con ella. El siglo XV fue una época dorada, gracias a la Isatis tinctoria, el pastel, hierba de la que se extraía un hermoso tinte azul. Cuando fue sustituida por el índigo, Toulouse decayó. De esa época floreciente quedan magníficos palacetes renacentistas. Curiosamente, con la Primera Guerra Mundial comenzaría una segunda época de esplendor, que dura hasta hoy: alejada de Alemania, Toulouse concentró la industria aeronáutica francesa, y más tarde la europea. Al Caravelle de los sesenta seguiría el Concorde, y, en los noventa, los Airbus. El último hito es el A380, que cuando inicie en 2006 sus vuelos comerciales será el avión civil más grande de la historia. No extraña que una de las mayores atracciones de Tolosa sea la Ciudad del Espacio, que recibe unos 300.000 visitantes al año.
Sombras blancas
Dos cursos de agua marcan su personalidad: uno artificial, el canal del Midi, construido en el siglo XVII para unir el Mediterráneo y el Atlántico, y otro natural, el Garona. Paseo por su ribera, entre el Pont Neuf y el Pont St.-Pierre. El Garona es como un niño exiliado: nace en España y se desarrolla en Francia. Unas gaviotas sobrevuelan sus aguas gris verdosas, y semejan sombras blancas. Ombres Blanches se llama precisamente la mejor librería de Toulouse, que va sumando nuevas salas según uno se va internando en el laberinto, en cuyas mesas varios libros demuestran que empieza a recuperarse la memoria de los republicanos exiliados en el Midi-Pyrénées.
A Toulouse se la conoce como la Ville Rose. Hay que aclarar que el sobrenombre se debe a que muchos de sus edificios son de ladrillo, anaranjado o rojizo, sí, pero no rosa: la Villa Rosa no es rosa. El triunfo del ladrillo se hace evidente en la plaza del Capitolio, amplia, hermosa, ordenada. Para el Capitolio, que ocupa por entero uno de sus lados, se usó también la piedra. Vale la pena visitar la Sala de los Ilustres, por sus dimensiones y riqueza decorativa.
Al salir del Capitolio camino por la Rue d'Alsace-Lorraine, llena de comercios y de nobles edificios decimonónicos. En el mercado de Víctor Hugo (un edificio moderno que rompe la armonía del barrio) y en sus alrededores pueden comprarse los productos de la zona: pato, foie-gras, vinos, setas (las famosas ceps) y quesos, como el rocamadour, denominación de origen que toma el nombre de un pequeño y turístico pueblo cerca de Cahors. Cuando leí Rayuela, me intrigó el nombre del hijo de la Maga, Rocamadour. Ya sé de dónde lo sacó Cortázar.
Tolosa es una ciudad de un tamaño muy cómodo: no es demasiado pequeña, pero tampoco tan grande como para abrumarnos y parecer inabarcable. Entre los edificios religiosos que salpican su casco histórico está el magnífico convento gótico de los Jacobinos. El exterior de la iglesia, robusto, está revestido de ladrillo. El interior, de piedra, es más fino. Las columnas que separan las dos naves, con nervios pintados de rojo y negro, parecen majestuosas palmeras, y por un momento uno se olvida del frío. También vale la pena ver el claustro, aunque para claustros, el de los Agustinos: con sus cien columnas geminadas, es uno de los más hermosos de Francia. El convento, construido en ladrillo entre los siglos XIV y XV, se convirtió en museo a finales del XVIII. La sala de escultura románica es sin duda la más valiosa. Visito St.-Sernin, la iglesia románica en cuya planta dicen que se inspiró la de Santiago, y Notre-Dame du Taur, con los mosaicos del suplicio de san Saturnino. No me sorprende que, en una ciudad con tanta presencia española, su santo fuera atado a un toro, aunque ello ocurriera en el siglo III.
Vuelvo a pasear por Toulouse, sin rumbo fijo, dejándome llevar por mis pies. ¿Nació aquí Gardel? Me habría gustado haber tenido tiempo para visitar Albi, Carcassonne, Rocamadour. Al menos he podido ir a Cahors, unos 100 kilómetros al norte, la ciudad abrazada por el Lot, y he pisado su famoso puente medieval, el Pont Valentré, con sus tres torres fortificadas. Me cruzo con un tipo joven, enorme, fuerte, con la nariz aplastada, y me pregunto si será un jugador del Stade Toulousain, el equipo de rugby que enorgullece a la ciudad. Mis pies, sabios, me llevan de nuevo al río, a mirar otra vez el Pont Neuf desde el Quai Luciene Lombard. El Garona, como todos los ríos, sí que sabe hacia dónde va.
Martín Casariego (Madrid, 1962) es autor de la novela Nieve al sol (Espasa)
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar
SN Brussels Airlines (902 90 14 92; www.flysn.com) ofrece vuelos, desde Madrid o Barcelona, a partir de 217 euros más tasas (unos
60 euros) hasta el mes de junio.Hay que reservar con cuatrodías de antelación.- Iberia (902 40 05 00; www.iberia.com). Desde Madrid,a partir de 281 euros más tasas.- Air France (901 11 22 66; www.airfrance.com). Vuelos desde 370 euros, con tasas incluidas,desde Madrid o Barcelona.
Información
- Oficina de turismo de Toulouse
(00 33 561 11 02 22; www.ot-toulouse.fr).- Ayuntamiento de Toulouse (www.mairie-toulouse.fr).- Maison de la France en España (807 117 181 y www.franceguide.com).
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