Ilusiones vanas
En la corrida de Cuadri estaba depositada toda la confianza, y toda ella se desvaneció. No rompió ningún toro; sólo se rompieron las ilusiones después de un comienzo de feria con pinceladas para el recuerdo. Será que no puede ser verdad tanta dicha, y, tras la exquisitez, llegó el sopor acompañado de la desesperanza y la decadencia del toro bravo.
Pero tampoco rompieron los toreros, que quede constancia de ello. De tres hombres jóvenes que buscan la gloria, con pocos contratos en la agenda, quizá se deba esperar una actitud de más entrega y de menos tristeza. Lo cierto es que, por unos y otros, la esperanza se desvaneció, aunque siempre quedará la duda de lo que hubiera ocurrido con toreros más dispuestos y más decididos al triunfo, con otro sentido de la colocación y las distancias.
Cuadri / Díaz, Marcos, Aguilar
Toros de Celestino Cuadri, muy bien presentados, blandos, mansos y descastados, todo apagados en el tercio final. Curro Díaz: dos pinchazos y media baja y atravesada (silencio); dos pinchazos y estocada caída (división al saludar). Leandro Marcos: pinchazo y estocada baja (silencio); dos pinchazos, estocada -aviso- y cinco descabellos (silencio). Sergio Aguilar: cuatro pinchazos y tres descabellos (silencio); cuatro pinchazos y un descabello (silencio). Plaza de la Maestranza, 6 de abril. 6ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Guapos, eso sí, algunos excesivamente gordos, los toros de Cuadri salieron al ruedo amodorrados y amorfos, medio inválidos. Todos se frenaron en los capotes y ninguno tuvo una embestida franca y larga. Todos mansearon en los caballos, salieron sueltos o se repucharon en cuanto sintieron el castigo. Ninguno hizo honor al prestigio de la divisa. Se pararon y esperaron en banderillas y llegaron a la muleta sin fuelle, sin recorrido ni codicia.
Curro Díaz se presentaba en la Maestranza después de casi ocho años de alternativa, y quedó inédito por las malas condiciones de su lote y su propia inexperiencia. Su primero se defendía a cabezazos y no permitió un pase. El segundo, sin embargo, lo dejó en evidencia. Le quiso quitar la muleta y desarrolló sentido, pero el torero se colocó mal, se quedó al descubierto y demostró que esa difícil empresa le venía un poco grande. La verdad es que Curro, fino y elegante según se vio en el pasado San Isidro, no es torero para este tipo de guerra.
También lo intentó a su manera Leandro Marcos -concepción fina y de buena factura-, pero tampoco consiguió el triunfo deseado. Precavido ante su primero, sin confianza ni en el sitio adecuado, tampoco remontó el vuelo en el quinto, con recorrido en las primeras embestidas, en el que se ganó una espeluznante voltereta sin consecuencias y lo mató muy mal.
Valiente es Aguilar, pero torero moderno, también. No se lo pusieron fácil ni demostró nada.
El momento emocionante de la tarde lo protagonizó Alberto M. Sole Castro, de la cuadrilla de Curro Díaz, que colocó un magnífico par de banderillas al cuarto de la tarde. Y pare de contar.
Babelia
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